José María Caravaca de Coca - Opinión

Los primeros vuelos en globo de la provincia

En 1847 llegó a Cádiz el aeronauta francés Francisco Arban

José María Caravaca de Coca

Próximo ya a iniciar en la Base Naval de Rota lo actos del Centenario de la Aviación Naval es curioso ver que ya desde antes existía, parece, un presagio de que en la provincia de Cádiz, el mar y el aire iban a navegar juntos.

Así, la Historia de la Aviación Española nos dice que las exhibiciones de vuelos en globo se fueron generalizando en nuestra península a partir de la llegada del francés Arban en 1.847, quien realizó varias ascensiones desde la Plaza de Toros de Cádiz, pero también nos dice que antes el gaditano Manuel García Rozo ‘primer aeronauta español’ lo había hecho en 1.832 saliendo en aquella ocasión del Campo del Balón.

García Rozo, en 1.831, había hecho alguna ascensión aerostática en La Habana la con un verdadero éxito; luego se trasladó a Cádiz en mayo de 1.832 con ánimos de efectuar alguna en su ciudad.

Así, la prensa daba a conocer que ese año de 1832 se verificó la ‘ascensión aerostática del gaditano D. Manuel García Rozo, primer aeronauta español’(2) lo que, según él, no habían querido hacer otros extranjeros en Cádiz por miedo a caer al mar. Esto lo hizo el gaditano: amerizar de manera controlada, pudiendo, incluso, plegar y recoger el globo sobre las aguas. Siendo, de esta manera, no solo el que inició los vuelos en nuestra Provincia sino que lo hizo en sus aguas, de donde fue recogido y llevado ‘en triunfo’ por las calles. La ascensión formó parte de los eventos que se llevaron a cabo el día de San Fernando para celebrar la onomástica del Rey Fernando VII.

El aeronauta repitió ascensión en El Puerto de Santa María en el mes de agosto de ese 1.832, haciéndolo ante Francisco de Paula de Borbón, hermano del Rey Fernando VII. En esa ocasión, al sobrevolar la ciudad lanzó unos papeles en donde se decía:

«… Porque diga la historia

Al tiempo venidero,

Que el Español primero

Que osó fiar su vida al aire vano,

Fue un hijo de tu suelo, Un Gaditano.»

Lástima que los vuelos posteriores que realizaría en Madrid ante el propio Rey Fernando VII no tuvieran éxito, de tal manera que por dos ocasiones fue incapaz de ascender en el cielo madrileño; una por las inclemencias del tiempo y la otra porque no se pudo hinchar el globo con el gas. El propio Mariano José de Larra (1) le dedicó un artículo intentando comprender que no solamente era volar lo que se esperaba de estos aeronautas sino que además debían de hacer gala de sus conocimientos científicos. «Mucho habrá sufrido el público desairado; más creemos sin embargo que habrá sufrido el desventurado aeronauta. Compadezcamos, pues, su desgracia, y esperemos que será más feliz en otra ocasión», decía Larra al referirse a Manuel García Rozo.

En 1847 llegó a Cádiz el aeronauta francés Francisco Arban quien ya había actuado en otras ciudades de España y que se le consideraba el gran señor del espectáculo aeronáutico. Dotado de una gran cultura, actuaba vestido con un elegante traje de sociedad y se hacía acompañar de bandas musicales.

Los aeronautas tenían además el peligro que al aterrizar solían ser muy mal recibidos por los labriegos, que a veces los agredían y en ocasiones intentaron lincharles, no solo por los daños que pusiesen ocasionarles sino por miedo a algo desconocido con tintes, para ellos, de algo sobrenatural.

El alcalde de Cádiz se dirigió en diciembre de 1847 al jefe superior político de la Provincia, lo que ahora es el subdelegado del Gobierno, comunicándole que el francés Arban iba a hacer una ascensión y le pedía que se previniesen a los alcaldes de los pueblos circunvecinos para que al descender «no se le haga algún daño al referido Arban, antes al contrario le presten los auxilios que necesite para que no peligre su existencia». Se avisaron a los pueblos próximos, se dijo a la Guardia Civil «sitúen algunas parejas hasta San Fernando y que la caballería se estaciones desde dicha Isla en adelante» y se le dio al propio Arban un salvoconducto explicando quien era y ante la circunstancia de verse «como en otra capital asaltado por la muchedumbre» quedó «autorizado el expresado Mr. Arban por el tiempo de 3 días para el uso de toda clase de armas».

Se anunció el espectáculo para el domingo 26 de diciembre, en la Plaza de Toros. Entre el equipo que llevaba a bordo del globo, decía la prensa, iban «dos pistolas, un puñal, vino, jamón y pan». Inició la ascensión, a las tres, con un fuerte viento que le dirigió hacia Medina Sidonia y … la ciudad quedó sin saber nada acerca del paradero del aeronauta durante «cincuenta y seis horas», decía un periódico.

Afortunadamente, en el Archivo Provincial se conserva la documentación oficial que nos revela lo ocurrido.

El alcalde de Los Barrios informó, «sin pérdida de momento», que «siendo las cinco menos cuarto descendió el Globo que venía a Gibraltar en el sitio de las Llanadas» y decía que «al bajar principió a dar voces diciendo que no tuvieran cuidado y no se asustaran, que era un cristiano». Acudieron varios ganaderos, recogieron el globo, pero dada la hora y ser casi de noche, hubieron de pernoctar en una cueva. Al día siguiente ya pudieron ir al pueblo a pedir auxilio y comunicar el evento.

Los periódicos, días después, contaron que Mr. Arban hizo el descenso al ver la proximidad del mar, echando el ancla sobre un alcornoque y que la primera persona que lo vio fue una mujer acompañada por un chico que corrió despavorido mientras que ella le ayudó al amarre del globo. Luego llegaron otros pastores y fue acogido con cariño ya que, de forma extraordinaria, mataron una gallina para hacer una cena con que obsequiar al intrépido aeronauta. Es más, se relataba que «se desprendieron de uno de los jergones que les servía de cama para que descansase esa noche el viajero». Al despedirse el aeronauta quiso gratificar a la mujer pero ante su negativa a admitirlo, «le obsequió con un pañuelo de seda y el cuchillo guarnecido de plata que le dejó Arban en señal de su agradecimiento».

El alcalde de Los Barrios, informó que Mr. Arban, se había presentado, ya al día siguiente, le había auxiliado en todo y conducido a Algeciras, en donde embarcó en el vapor Primer Gaditano, conduciéndolo a Cádiz a donde llegó a las once de la mañana del miércoles 29 de diciembre, siendo acompañado por el gentío hasta su domicilio.

Ante pregunta del jefe político provincial, el acalde de Los Barrios informó, más adelante, que la mujer que le auxilió se llamaba Isabel Camacho Herrera y los ganaderos Juan Soto y Juan Gavira.

Repitió Mr. Arban la función el día 1º de enero siguiente, ya en 1848. La Ascensión fue otro éxito y en este caso descendió en el sitio llamado, entonces, del Águila, en el término de Chiclana.

El jefe superior político extendió a Mr. Arban un certificado de sus vuelos, sobre todo el que hizo a Los Barrios haciendo constar que «en dos horas recorrió una extensión de 18 leguas, comprendiendo dos del ascenso y descenso».

Decía la prensa que Mr. Arban estaba escribiendo una memoria de sus ascensiones y había dicho que «ocupará Cádiz un lugar preferente entre todas las capitales que ha recorrido».

Decir que Mr. Arban, después de Cádiz protagonizó el paso de los Alpes en su globo y que, desgraciadamente, el 6 de octubre de 1849, al hacer un vuelo en Barcelona fue arrastrado hacia el mar y desapareció… la mar, siempre la mar.

(1) Historia de la Aviación Española, Instituto de Historia y Cultura Militar, Madrid, 1988, p. 18

(2)‘El Correo’, Madrid, 11 de junio 1832.

(3) ‘La Revista Española’, Madrid, 30 abril 1.833.

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