Julio Malo de Molina - OPINIÓN

La edad roja

Los carnavales gaditanos nacen en la colonia italiana durante el siglo XVI, aunque resulta notable la influencia de las antiguas charangas vinculadas a la Compañía Gaditana de Negros

Julio Malo de Molina
Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

He descrito emocionadas impresiones de un reciente viaje por el indescifrable Brasil, necesariamente subjetivas y muy parciales. Stefan Zweig que amó ese dilatado país al cual dedicó su obra ‘La Tierra del futuro’ (1941), afirmaba que toda la vida de una persona sería insuficiente para conocer y entender la prolija diversidad del subcontinente. Desde la complejidad y contradicción de esa amable metrópolis que es Sao Paulo, al azul teñido en verde de Ilhabela, mis crónicas han pretendido transmitir apasionada fascinación. Pero no me desplacé hasta allá ni como cronista ni como turista, una vez más afronté con ilusión el fatigoso viaje con el objeto de visitar a mi hija, una de tantas jóvenes forzada al exilio profesional, generación de la cual España ha perdido a sus mejores talentos.

Durante el vuelo de regreso y en mi ceñido e incómodo asiento de clase turista recordaba la amabilidad de María Nishiro cuando me describía el MUBE (Museo Brasileño de Esculturas, 1987-1995), una de las mejores obras de Paulo Mendes da Rocha. En Brasil los mayores de sesenta años no solo disfrutamos del acceso gratuito a los museos y espectáculos culturales, sino también a cualquier tipo de transporte público y otros muchos servicios que en España resultan onerosos.

Ya de regreso, tanto el jet lag, tal como se denomina el síndrome de recuperación tras un vuelo prolongado, como el peso de la cotidianeidad, me han devuelto el otoño de mi propia vida, «un tiempo de alianzas imposibles, la edad roja de todos los peligros para hombres maduros y chicas solitarias. La edad del adulterio y el olvido sin ninguna esperanza, la edad fría, la partida final contra uno mismo» (Joan Margarit, ‘La Edad Roja’, 1991).

Al menos en tiempo de carnavales; justo embarqué cuando comenzaba el carnaval paulista y al aterrizar encuentro a los de Cádiz. He traído un pito de madera que se utiliza allá para estas celebraciones bien distinto del silbato alargado de origen cubano que se usa aquí; es un obsequio para un protagonista del carnaval callejero, el pintor Pepe Baena que este año participa en una chirigota ilegal denominada ‘Los Zumbaos’ que recomiendo buscar por las calles, así como a las ‘Mantillas Laikas’ de Blanca Flores y sus muchachas sincopadas.

Cada carnaval tiene sus peculiaridades, aunque todos procedan de una tradición católica como despedida a los placeres antes de la Cuaresma, y quizás tengan su origen en las celebraciones orgiásticas de la horda primitiva, a base de música, danzas y brebajes afrodisiacos.

Los carnavales gaditanos nacen en la colonia italiana durante el siglo XVI, aunque resulta notable la influencia de las antiguas charangas vinculadas a la Compañía Gaditana de Negros. Los aficionados siguen los rituales más o menos oficiales que giran en torno al concurso de agrupaciones que se celebra en el Teatro Falla, pero a muchos nos interesa más el bullicio de la calle, donde los grupos que concursan se entremezclan con otros de carácter más espontáneo, incluso con pequeños círculos de amiguetes que configuran su propia charanga al margen de toda regla y tradición.

Si algo tiene en común Cádiz con varias ciudades latinoamericanas, y muy especialmente con: Río de Janeiro, Montevideo, Panamá, La Habana y Barranquilla, es la importancia de esta fiesta en la vida lúdica de sus poblaciones, una parte de las cuales emplea casi todo el año en los preparativos para la fiesta, cuya duración excede con mucho el periodo de tiempo litúrgico previo al miércoles de ceniza.

Ver los comentarios