Que no haya lugar a equívoco: se mueren de miedo

Aunque todos creíamos saber qué es lo que había que hacer, la línea seguida por Rajoy no parece que esté resultando tan mal

Ramón Pérez-Maura

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Puigdemont ya lo demostró en su discurso del pasado sábado desde Gerona: Explicó su teoría de que al presidente de la Generalidad sólo puede destituirlo el Parlamento de Cataluña (todo el mundo tiene derecho a soñar con los angelitos). Pero no dijo en ningún momento que él siguiera siendo presidente de esa Generalidad. Y no lo hizo porque sin necesidad de que la nonata república se hubiese provisto de un servicio de inteligencia, ya podía intuir él solito lo que se iba a anunciar a mediodía del 30 de octubre en la Fiscalía General del Estado: para empezar, querella de la fiscalía por delitos de rebelión, sedición y malversación de fondos. Sólo el delito de rebelión puede sumar 25 años de pena, lo que hace imaginar que Puigdemont y los suyos van a seguir viviendo a costa de nuestros impuestos varios lustros. Y por ello no convenía decir que seguía siendo el presidente de la cosa. Eso hubiera sumado la acusación de usurpación de funciones y más años de cárcel. Así que no exageremos, que tampoco estamos para esas heroicidades. Los miembros del Consejo de Gobierno que el domingo estaban contando a la prensa internacional que ayer estarían en sus despachos ejerciendo sus funciones (qué pena la intoxicadora crónica de portada de «The Daily Telegraph» de ayer) aparecían por arte de magia en Bruselas para echarse en brazos de Theo Francken, el filo nazi de la Nueva Alianza Flamenca que funge como secretario de Estado de Asilo e Inmigración del Gobierno belga. Puestos a destruir países, Puigdemont pretende ahora finiquitar Bélgica creando una crisis de Gobierno si Francken intenta dar asilo político a ciudadanos de un país miembro de la UE.

Creo que ya va siendo hora de que algunos agoreros reconozcan que aunque todos creemos saber qué es lo que había que haber hecho en Cataluña, la línea seguida por Rajoy y su Gobierno no parece que esté resultando tan mal. Confieso que yo hubiera mandado la Legión a tomar el Palacio de la Generalidad el 1 de octubre. Pero, afortunadamente para todos, ni tengo, ni nunca tendré un cargo electivo. Rajoy ha tenido la sangre fría de la que otros carecemos y el pueblo catalán no secesionista se ha echado a la calle mientras que los intoxicadores que se las daban de gallitos han salido corriendo. Las calles de Barcelona se han llenado de banderas españolas, los tres principales partidos políticos españoles comparecen por primera vez juntos contra algo que no sea el terrorismo y los golpistas sienten el aliento de la Justicia en la nuca. No nos engañemos. El legítimo uso de la fuerza por el Estado probablemente hubiese dado mayor recorrido a la acusación de ser víctimas de persecución política. Ahora acabarán en la cárcel por la acción de la Justicia, que es igual para todos.

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