Elogio de la cobardía

La diferencia entre la UÇK y nuestros secesionistas es la que hay entre un asesino y un cobarde

Gabriel Albiac

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Hablemos, pues, de Kósovo. Ya que la CUP y Puigdemont han descubierto ahora en Kósovo su modelo para el Edén Catalán que planifican. Kósovo es hoy un famélico territorio sin estatuto legal desde 1999, económica y socialmente destruido. Gestionado por uno de los gobiernos más corruptos del mundo: el que preside el uçekista Hashim Taçi. Autodeclarado independiente en 2008. Carente de legitimación internacional. Empantanado en una sórdida amalgama entre poder político y crimen organizado. Hablemos, pues, de Kósovo. La Cataluña del futuro, según los de Puigdemont, según sus brigadistas callejeros.

En 1991, una mafia armada se hizo, en la entonces yugoslava provincia de Kósovo, con el control de la heroína que, a través de Turquía, encaminaban a Europa los grandes señores del opio afgano. El Observatorio Europeo sobre las Drogas la incluyó entonces como uno de los peligros mayores de criminalidad organizada en Centroeuropa. A la manera de las mafias mexicanas, el gang se hizo con el control de zonas de Kósovo lo suficientemente amplias como para fundar sobre ellas su pequeño narcoestado, desde el cual estructurar la logística del negocio. En 1996, pasó a adoptar la denominación «respetable» de Ejército de Liberación de Kósovo (UÇK). No es la primera vez que una mafia criminal se enfrenta a una dictadura: sucedió en Nápoles y Sicilia frente a Mussolini. Para acabar con el dictador Milosevic, la OTAN juzgó práctico echar mano de aquella milicia de delincuentes durísimos. A nadie pareció importarle lo que saldría de aquello.

Cayó Milosevic. La UÇK instauró, en la zona bajo su control, el mayor dispositivo de tortura y asesinato que han conocido los Balcanes, que no son precisamente un territorio benévolo. Al tráfico de heroína, la UÇK, autoproclamada gobierno kosovar, añadió nuevas vías de financiación. El secuestro, violación y tráfico de mujeres «enemigas» fue espeluznante durante los meses que siguieron a su victoria. Luego, la Comisión Europea y el Tribunal de la Haya detectaron en la zona un floreciente comercio de órganos humanos para trasplante. Hoy, la depuración étnica es, en Kósovo, modélica. Los adversarios han sido exterminados. También la población gitana, de nuevo víctima de un genocidio.

¿Va a ser Cataluña el nuevo Kósovo, como la CUP y Puigdemont proclaman? Tengo mis dudas. Los de la UÇK eran narcotraficantes y asesinos. Sanguinarios. No cobardes. Juzgaban que jugarse la vida por un beneficio multimillonario valía la pena. Ya viniera ese beneficio de la heroína, del proxenetismo o de la extirpación de órganos. Se jugaban la vida por el crimen. Ésa es la disimilitud. Los independentistas catalanes lo quieren todo también. Pero lo quieren gratis. Todo se juega en una delirante utopía negativa: hacerse con el poder, sin pagar ni en sangre ni en patrimonio. Tal es el balance y la esencial diferencia entre la UÇK y nuestros secesionistas: la que hay entre un asesino y un cobarde. Pese a todo, yo prefiero al cobarde. Es comprable.

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