José María Carrascal

Brexit, ¿por qué no?

Londres intenta irse, pero dejando de algún modo Gibraltar en Europa

José María Carrascal
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COMO les supongo hasta el gorro de Trump, voy a hablarles del otro gran tema de actualidad: el Brexit. Y tal vez les sorprenda oírme decir que no es la desgracia que se anuncia, sino algo asumible, y hasta puede ser una bendición si sabemos manejarlo. Como estas son palabras mayores, me apresuro a apuntar las razones de las mismas y asegurarles que soy un admirador de los ingleses e incluso lamento que los españoles no tengamos algunas de sus virtudes, empezando por saber defender sus intereses como nadie.

El ministro de Asuntos Exteriores español, Alfonso Dastis, dijo ayer en el desayuno organizado por Nueva Economía Forum algo en lo que muy pocos han caído: que la Unión Europea existió antes de que el Reino Unido ingresase en ella, y existirá si la abandona.

Yo voy más lejos al añadir «posiblemente mejor». La historia de Inglaterra se resume en dos normas: ir siempre contra la potencia europea más fuerte en cada momento (España, Francia, Alemania), aliándose con los demás europeos contra ella, e impedir su unión. Cuando, tras la Segunda Guerra Mundial, esas naciones arrasadas iniciaron el proceso de unificación, se excluyeron, y solo cuando vieron que no había forma de pararlo se adhirieron a él, aunque más para ponerle palos en las ruedas que para empujarlo. El mejor ejemplo es su no incorporación al euro. Y cuando han visto que la cosa iba realmente en serio, con planes para pasar del derribo de fronteras y el mercado común a una unión fiscal, judicial y administrativa, anuncian que se van. Pero se van de una forma muy inglesa, que no es irse a la francesa, sin despedirse, sino irse sin marcharse. Mrs. May ha anunciado un «Brexit duro». Duro para los europeos y blando para ellos. Se van para lo que les conviene, la inmigración, el Tribunal Europeo, y se quedan para lo que les beneficia: un acuerdo comercial de libre tráfico de mercancías. Lo que ellos llaman «comerse la tarta y guardarla». Espero que Bruselas sea capaz de hacer frente a tamaña carotada.

Los españoles tenemos un apartado especial en este asunto. Londres intenta irse, pero dejando de algún modo Gibraltar en Europa. Madrid ya le ha dicho que la única forma es la doble ciudadanía, que rechazan airadamente los gibraltareños. Dastis repitió ayer que España había aceptado la inclusión de Gibraltar en la UE como «territorio cuya representación exterior la tenía un estado miembro». Si este se iba, el Peñón se iba también. Pero, dada la historia de engaños, agresiones, expolios y agravios de ese último resto colonial en Europa, tenemos que tener mucho cuidado con que no vuelvan a jugárnosla.

Volviendo al principio: si el futuro de Europa no es una Europa más grande, sino una Europa más unida, más coherente, más fiel a sus valores y principios, la salida del Reino Unido puede ser una suerte, ya que, para los ingleses, «the Continent» ha sido, como más, un lugar de vacaciones, nunca un proyecto a compartir.

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