¿...O sí?

De Rajoy a Sánchez, del PP al PSOE, ¿ha cambiado algo? -No. ¿…O tal vez sí?

Gabriel Albiac

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En frío. Más que nunca, en seco rigor logarítmico, preguntémonos lo elemental tras la caída de Rajoy. E intentemos responder sobriamente. ¿Todo ha cambiado? -No. ¿Ha cambiado algo? -¿Qué?

Ni preguntas ni respuestas pueden ser planteadas desde viejas mitologías extintas. La primera de ellas, la de la autonomía del Estado nacional. Esa autonomía fue, sí, la base de la Europa moderna, a partir de 1789. Cumplió su eficacia para forjar naciones. Tuvo su coste: un siglo y medio de guerras. A lo largo de todo el siglo XIX, primero. Después, en las dos inimaginables matanzas del siglo XX. La Comunidad Europea primero, la UE finalmente, nacieron para cerrar esa brecha. Y Europa es hoy, no una nación, pero sí el proyecto de un futuro Estado único que haga inviables aquellas sangrías. ¿Estado democrático? No está claro. Ni el Parlamento Europeo tiene las funciones de un poder legislativo, ni la Comisión Europea, es otra cosa que un comité de coordinación entre gobiernos locales. En rigor académico, la UE es hoy una benévola oligarquía.

Aun así, ese modelo oligárquico ha mostrado una eficacia: cortar las necedades de gobiernos locales ineptos. Sin el control de Bruselas, Grecia sería hoy bastante menos que Turquía, Irlanda habría naufragado, de Italia apenas quedarían rescoldos… ¿España? ¿Hasta dónde hubiera llegado la ineficiencia infantil de Rodríguez Zapatero, si la amenaza de intervención económica por la UE no lo hubiera forzado a dimitir? Habrá quienes llamen a eso un golpe de Estado blando. Habrá quienes llamen lo mismo, aunque menos blando, a la imposición de Monti en la Italia de 2011. Y directamente duro, a lo que se consumó en Atenas. Pero esos golpes salvaron del desastre. A Europa. También, a los países en los que se ejecutaron. Y sirvieron de escarmiento. En Grecia, como en Irlanda, como en Italia, como en España.

El «escarmiento Zapatero» enseñó aquí cuáles son los límites. La economía, en primer lugar: ningún país de la UE puede violar las reglas económicas; ninguno, sobre todo, puede saltarse la austeridad presupuestaria. Pero ninguno, tras el Brexit, puede jugar tampoco con el fuego de las fracturas nacionales. Puede que a Zapatero le encantara la hipótesis pueril de una Cataluña independiente. Independiente de España y, por tanto, de la UE. Pero, en Bruselas, eso dispararía un casus belli.

¿Apostará Sánchez por la «demencia Zapatero»? Podría hacerlo. Y duraría dos semanas. La aceptación de los presupuestos de Rajoy dice dos cosas: una, la esclavitud del PSOE al PNV; pero también, lo inevitable de cumplir con los límites que fija Bruselas para el gasto. No hay margen nacional en economía hoy. Y la pleitesía a la derecha vasca es compatible con eso. Queda «lo otro»: Sánchez es esclavo de los independentistas catalanes. Si se somete, romperá los límites máximos de la UE. Si no se somete, PDECat y ERC lo tumbarán cuando les convenga. Y volverá a girar la rueda.

De Rajoy a Sánchez, del PP al PSOE, ¿ha cambiado algo? -No. ¿…O tal vez sí?

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