Elías Fereres
Elías Fereres - VALERIO MERINO

Elías Fereres: «Hay que reducir la huella de la agricultura en el planeta»

Para luchar contra las amenazas del cambio climático el presidente de la Real Academia de Ingeniería propone hacer una investigación «arriesgada», la forma de no perder el tren del progreso

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Lo que de verdad le gusta a Elías Fereres (Larache, Marruecos, 1946) es el campo. De ahí que cuando tuvo que elegir un lugar de Córdoba, donde reside, como representativo del sitio de su recreo, le costara hacerlo sin dejar de lado su gran pasión: «En relación con la naturaleza, a mí lo que me gusta es ‘el campo’, como llamamos genéricamente a un ecosistema agrícola, que son muy diversos y generalmente más simples que los ‘naturales’. Me gusta el campo por muchos motivos, pero particularmente por lo diverso que es en el espacio y en el tiempo», explica Fereres, que es catedrático de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Agrónomos de la Universidad de Córdoba. Además coordina un grupo de investigación sobre ingeniería del agua, agricultura y medio ambiente en el Instituto de Agricultura Sostenible, dependiente del CSIC.

Así que se decidió por la Alameda del Obispo, un centro de investigación y formación agraria de Andalucía, en representación de ese campo extenso, al que ha dedicado prácticamente toda su vida y del que le gusta conocer todos sus secretos. «Tenemos un campo de naranjos que plantamos hace unos años en la finca experimental ‘Alameda del Obispo’, que tiene una tradición cercana al siglo. Aquí he venido a trabajar todos los días durante muchos años y he estudiado cómo funciona. Casi siempre sé lo que está pasando y muchas veces también sé por qué. Pero igualmente me satisface mucho que surjan siempre preguntas cuya respuesta desconozco mientras paseo solo o con algunos compañeros. Las preguntas son la sal de la vida».

Fereres acaba de ser reelegido como presidente de la Real Academia de Ingeniería, que por cierto acaba de hacerse un hueco merecido y largamente esperado en el Instituto de España, la institución que agrupa a las principales Reales Academias de España. «La ingeniería debía tener su sitio en el Instituto, como sucede en los países más avanzados, donde la Ciencia y la Técnica son reconocidas al mismo nivel que las Humanidades. Nuestra cultura tiene un cierto sesgo hacia lo humanístico. Vamos con retraso pero con paso firme. Esta incorporación refleja el interés de la sociedad por la técnica».

«En las dos últimas décadas hemos cambiado a una agricultura de conservación»

Y no solo el interés, también la utilidad, algo que Fereres, como ingeniero agrónomo sabe muy bien, porque está especializado en conservación el suelo y manejo óptimo del agua de riego. «En las dos últimas décadas hemos cambiado a una agricultura de conservación, más precisa con el agua de riego, los fertilizantes, que incorpora la lucha integrada en el control de plagas e incluso se tiende a sistemas de producción ecológicos, que no requieren aportes externos».

Precisamente en la agricultura descansa uno de los grandes desafíos del planeta, apunta: alimentar a los casi mil millones de personas desnutridas. Fereres plantea el siguiente interrogante: «¿Cómo es posible que en la actualidad, con la mitad de tierra cultivada y el doble de gente en el planeta, coman más personas?». La respuesta, señala él mismo, hay que buscarla «en la Ciencia y la Ingeniería, que pusieron los ladrillos para hacerlo posible, y después en el agricultor que lo ha llevado a la práctica».

«No hay soluciones mágicas para dar de comer a mil millones de personas malnutridas»

Pero no hay que dormirse en los laureles, advierte este ingeniero agrónomo doctorado en Ecología en la Universidad de California: «El siguiente desafío a acometer, pese a este gran avance, es que sigue habiendo alrededor de 1.000 millones de personas malnutridas en el planeta. Y se espera un crecimiento poblacional mucho mayor. No hay soluciones mágicas para darles de comer. Habrá que seguir intensificando la tierra que tenemos, pero de forma sostenible, con menos impacto negativo en el medio ambiente, a diferencia de lo que ocurrió en los 80, porque tiene que perdurar para las siguientes generaciones. Hay que reducir la huella de la agricultura y la producción de alimentos en el medio ambiente».

Investigar para innovar

«El trabajo que hago es muy atractivo a pesar de las limitaciones que crecientemente aparecen en la administración de la investigación en España», resalta. Y lo dice con conocimiento de causa, porque fue director del CSIC a principios de los 90: «Cuando me nombraron corrió el rumor de que yo era catedrático de tractores», dice riendo. Y confiesa que «no les gustó mucho a los científicos que un ingeniero fuera presidente del CSIC». Hoy día las cosas han cambiado, porque ingenieros y científicos trabajan codo con codo: «No se puede acometer ningún trabajo de forma aislada. La Ingeniería tiene que ir asociada a la Ciencia para conseguir nuevas ideas. Y al revés, la ciencia necesita conseguir evidencias con equipos que manejan ingenieros».

«La Ingeniería tiene que ir asociada a la Ciencia para conseguir nuevas ideas»

Cree que la investigación en España debería ser más arriesgada. Y como asesor de diversos organismos internacionales, en especial de la FAO, pone el ejemplo de un proyecto que está evaluando: «140.000 agricultores hindúes tienen paneles solares operando bombas de riego, y cuando sobra electricidad se la venden a la red. Eso está causando en la India una revolución extraordinaria. Ya está cuantificado que va dar cientos de millones por año. Y la inversión fueron 5 millones de dólares. La idea es muy simple y evita llevar la electricidad por cable a toda la India, algo muy costoso. Además, el agricultor tiene un ingreso adicional al vender la electricidad sobrante y se ahorra el recibo de la luz. También tiene impacto en emisión de CO2 y, al estar controlado lo que puede bombear cada agricultor por el tamaño del panel solar, se evita que se agoten los acuíferos».

A pesar de que en la agricultura sostenible descansa en gran parte el futuro del planeta, cuando Elías Fereres tiene que elegir otro ecosistema no duda en escoger el desierto: «Allí donde se pierde el horizonte. Conozco muchos y todos me impresionan por su soledad, como contraste con un mundo que tiene más del doble de los habitantes que había cuando yo nací y es cada vez más difícil estar solo».

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