Los rincones y curiosidades más desconocidos de Madrid
Cartel que señala la calle de Rompelanzas, situada en Madrid. - abc
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Los rincones y curiosidades más desconocidos de Madrid

¿Sabías que el Ratoncito Pérez nació en Madrid? Repasamos ésta y otras curiosidades de la capital que quizá no conozcas

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¿Sabías que el Ratoncito Pérez nació en Madrid? Repasamos ésta y otras curiosidades de la capital que quizá no conozcas

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  1. Un callejero polarizado

    Cartel que señala la calle de Rompelanzas, situada en Madrid.
    Cartel que señala la calle de Rompelanzas, situada en Madrid. - abc

    Madrid, inmenso abanico de lugares y preferencias, engloba también calles para todos los tamaños y gustos. Desde la calle de Rompelanzas, la más pequeña de la ciudad con apenas 20 metros de longitud, a la calle Alcalá, la más grande con 10 kilómetros, que además es la segunda más extensa de España, sólo superada por la Gran Vía de Les Corts, en Barcelona. Rompelanzas, ubicada entre sus homólogas de Preciados y del Carmen, debe su nombre a un «problema» que provocaba en el siglo XVI, cuando, a su paso por allí, se rompían las lanzas de madera de los carruajes de la época.

  2. El mito de la Puerta del Sol

    Palacio Real de Correos de la Puerta del Sol de Madrid.
    Palacio Real de Correos de la Puerta del Sol de Madrid. - abc

    El nombre de la que, seguramente, sea la plaza más popular de Madrid, es una incógnita que da lugar a diversas especulaciones. La única certeza es que su origen se remonta a 1520, cuando las autoridades de la Villa construyeron un fuerte para protegerse de la rebelión de los comuneros -hastiados por la hambruna y el descontento con Carlos I-, y en cuya puerta exterior se pintó un sol. El por qué de esa figura es, efectivamente, algo desconocido. Se especula con que fue un mero capricho del autor, del que se desconoce su identidad; que fue porque la luz solar penetraba por uno de los postigos de la muralla; o porque su orientación miraba a oriente, punto de salida del Sol, siendo esta última versión la más extendida y aceptada.

  3. Cuna del «Ratoncito Pérez»

    Estatuta del Ratoncito Pérez, ubicada en la calle Arenal de Madrid.
    Estatuta del Ratoncito Pérez, ubicada en la calle Arenal de Madrid. - abc

    ¿Quién diría que el Ratoncito Pérez nació en el Palacio Real? Por extraño que pueda parecer, así fue. Cuando Alfonso XIII era todavía un niño, su carácter miedoso -incluso al perder un diente- hizo que la regente María Cristina, su madre, encargara al padre Luis Coloma, jesuíta, que escribiera un cuento. Coloma redactó un relato de 13 páginas sobre el Rey Buby I (apodo que el pequeño monarca recibía de parte de su madre), que tras perder su primer diente lo colocó debajo de la almohada, junto a una carta, para así recibir la vista del Ratoncito Pérez. Buby I, acompañado por el ratón, recolectaría por la noche los dientes de otros niños y los llevaría a la casita del roedor, que se situaba en la pastelería Carlos Prast, un establecimiento real en el número 8 de la calle Arenal. Allí, Buby, convertido también en ratón, conoce a la familia de su amigo, que vive en una caja de galletitas Huntley, las perferidas del monarca. En dicha calle existen ahora una placa y una pequeña estatua que recuerdan dónde «vivió» el fantástico ratón.

  4. Un Madrid sin castañeras

    Castañas asadas en la lumbre.
    Castañas asadas en la lumbre. - abc

    Los puestos de castañas asadas, tan típicas en Madrid y agradable alivio para los fríos paseos de invierno, estuvieron a punto de desaparecer en un diciembre de hace cuatro siglos. Entonces, el Ayuntamiento dijo que las castañas sólo podían venderse en los puestos de fruta de los mercados, del mismo modo que las crudas. Como medida disuasoria, se dictó una sentencia que establecía que quien montara su puesto ambulante recibiría una sanción de mil maravedíes y un año de destierro de la Villa. Superada la «persecución» gracias al tesón de las castañeras, el oficio se ha convertido con el paso de los años en un elemento cásico de la ciudad, e incluso una suerte de empleo para muchas personas.

  5. Prohibido piropear

    Alfonso XIII junto a Primo de Rivera en una imagen de archivo.
    Alfonso XIII junto a Primo de Rivera en una imagen de archivo. - abc

    De la prohibición de los puestos de castañas asadas a la de los piropos. Ocurrió durante la dictadura de Primo de Rivera, entre 1923 y 1930. El código Penal de 1928 trajo el propósito de corregir «el desarraigo de costumbres viciosas» que se producían por «gestos, ademanes, frases groseras o chabacanas». El piropo, «aún con propósito de galantería», quedó incluido, con penas de arresto de 5 a 20 días y multas de 40 a 500 pesetas. La medida agudizó el ingenio de los madrileños, que comenzaron a piropear con carteles escritos -la restricción no decía nada en este sentido- y con mensajes irónicos a través del mismo vehículo. «Adiós Vicenta, no te digo nada por temor a las cuarenta», llegó a leerse. La medida se anuló con la llegada de la República.

  6. El reloj más grande

    Reloj de la Estación de Atocha.
    Reloj de la Estación de Atocha. - abc

    Aunque la fama pudiera evocar al reloj de la Puerta del Sol, ya contemplada en curiosidades anteriores, el más grande de todo Madrid está en Atocha, asidero de viajeros y viandantes. Situado en lo alto de una torre de ladrillo, este reloj con fondo blanco tiene unas manecillas que miden 5 y 7 metros respectivamente. Lejos de la historia que ocultan sus «hermanos» en otros puntos de la ciudad, éste es relativamente joven: fue construido en la remodelación de la estación de Atocha, entre 1985 y 1992, a cargo de Rafael Navarro. Un faro para pasajeros con prisas.

  7. Un Madrid con hora de llegada

    Puerta de Alcalá, monumento histórico de la ciudad de Madrid.
    Puerta de Alcalá, monumento histórico de la ciudad de Madrid. - abc

    «A las diez en casa; y en verano a las once». No es la orden de unos padres al hijo adolescente que sale, es la ordenanza que existía en el Madrid amurallado, donde estaba prohibido salir de la ciudad más allá de las diez de la noche, en invierno, y de las once, en verano. Se trataba, por una parte, de una medida de tipo impositivo para controlar las mercancías que llegaban a la Villa; y por otra, de seguridad. Las conocidas puertas de Toledo, Atocha o Alcalá, entre otras, eran los accesos de una muralla de 13 kilómetros de perímetro, construida en 1625, durante el reinado de Felive IV, hasta 1868, cuando fue derribada.

  8. «Pedritos» por doquier

    Una mujer posa junto a una papelera de la época, llamadas «pedritos».
    Una mujer posa junto a una papelera de la época, llamadas «pedritos». - secretosdemadrid.es

    Pedro, de primeras, no es más que un nombre común, pero en el caso de Madrid esconde algo más. En 1934, Madrid se inundó de «pedritos», que no eran otra cosa que unas papeleras de forma redonda y achatada que se colocaron por toda la ciudad. Ahora, la siguiente pregunta a responder es: ¿por qué «pedritos»? La respuesta, según cuenta Manu García del Moral es su conocido blog sobre los secretos de Madrid, se encuentra en Pedro Rico López, alcalde de la ciudad en la época, cuya fisionomía inspiró a los madrileños para bautizar sus nuevas papeleras. Un hombre ancho y chaparro que dio nombre a las mismas, de las que apenas queda alguna.

  9. El «tiovivo» nació en Madrid

    Carrusel de caballitos, también conocido como «tiovivo».
    Carrusel de caballitos, también conocido como «tiovivo». - abc

    El origen de esta palabra tiene su origen en Madrid, en una curiosa relación entre los carruseles de caballitos para niños y el propietario de un negocio de carruseles del actual Paseo de Delicias, apodado como el «Tío Esteban». A Esteban Fernández, como se llamaba, se le creyó muerto por una epidemia de cólera que arrasó Madrid en 1834. Cuando era transportado para ser enterrado, Esteban «resucitó» y salió del ataúd exclamando: «¡Estoy vivo, estoy vivo!». Evidentemente, el «Tío Esteban» no estaba muerto, y desde entonces, a su carrusel se le empezó a llamar en todo Madrid como el del «Tío vivo», lo que mutó en el actual nombre que recibe esta popular atracción de feria.

  10. Casas «aseguradas de incendios»

    Carteles de una casa que informan que está «Asegurada de Incendios».
    Carteles de una casa que informan que está «Asegurada de Incendios». - abc

    Caminando por Madrid, seguramente hayas reparado en esta inscripción situada en la parte superior de algunos portales. Su origen está en la Sociedad de Seguros Mutuos de Incendios de Casas de Madrid, fundada en 1822 por Don Manuel María de Goyri. En la fecha, Madrid había sido víctima de varios incendios y los endebles cimientos de madera, junto a la ausencia de un cuerpo de bomberos de garantías, agrandaban las consecuencias de estos. Así, por una iniciativa privada, los propietarios optaron por constituir una sociedad en la que cada socio era asegurador y asegurado, donde las posibles reparaciones se llevaban a cabo gracias a un fondo común. El reglamento de esta asociación, en su artículo 41, se establecía que «se cuidará de que se coloquen en las casas aseguradas, en paraje visible una tarjeta o azulejo que diga Asegurada de Incendios».

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