LONDRES 2012
Michael Phelps de los EE.UU (detrás) con su compañero de equipo Ryan Lochte (delante) durante la primera sesión de entrenamiento./Barbara Walton (Efe)
A veces no siempre gana el primero, tan contradictoria la reflexión que parece un absurdo. En 2008, embobado el personal por el trabajo hercúleo de Michael Phelps en el majestuoso Cubo de Agua, emergió la figura de Milorad Cavic, nadador serbio que le discutió la gloria en los 100 metros mariposa. Llegó primero Cavic, pero el oro fue de Phelps, el séptimo de los ocho que se colgó, indiscutible el triunfo porque el cronómetro, en la natación, no falla.
«Todos recordamos aquella foto, con Cavic a punto de tocar la pared y con Phelps todavía por llegar», relata Peter Hurzeler, responsable del cronometraje de Omega en la piscina olímpica. Es una eminencia en la materia y lleva tantos Juegos que podría escribir un libro, pero todo el mundo le pregunta por la misma escena. «El problema de Cavic, como explicó él mismo en Roma un año después de los Juegos de Pekín, es que él llegó primero, pero que Phelps golpeó con más fuerza».
¿Entonces? Entonces ganó Phelps por una cuestión de peso y nadie puede discutirlo. La natación es el único deporte en donde el reloj lo detiene el propio atleta, pero para ello se debe aplicar una fuerza de 1,5 a 2.5 kilos. «Eso no es nada, pero por tan poco se decide una medalla al más alto nivel», cuenta Hurzeler.
Los nadadores compiten a ciegas, ajenos a lo que pasa por el resto de las calles porque apenas tiene referencias más allá de las sombras. Incluso desconocen si han ganado hasta que se giran para buscar las referencias en las pantallas, tan común la cara de sorpresa cuando comprueban el tiempo. «En Pekín, por ejemplo, no sabían cuándo habían parado el crono. Bueno, a veces Phelps echa un vistazo mientras nada y siempre le digo que ahí perdía un poco», bromea Hurzeler. Ahora, en Londres, se estrena un iluminado en el poyete para los tres primeros clasificados, avance en beneficio del espectáculo y del propio nadador.
Se compite en el agua y se trabaja a orillas de la piscina, vorágine en las improvisadas oficinas para los técnicos. Omega tiene instalado ahí un cuartel general repleto de ordenadores que reciben las señales de la piscina y simultáneamente, en apenas una décima, se anuncian en las pantallas del recinto, en la televisión y en la página web.
La natación tiene también su propia foto finish, afinado el cronometraje hasta la milonésima de segundo gracias al temporizador «Quantum Timer». Hay cuatro cámaras que lo graban todo y que emiten 100 imágenes por segundo para los casos más extremos como el de Phelps y Cavic en Pekín o como para las salidas nulas, especialmente en el caso de las carreras por relevos. «Es una tecnología que se aplica si alguien emite alguna protesta formal, nosotros no somos jueces», puntualiza Johanes Bakkenes, responsable del área. «Todo el mundo se fía de nuestro sistema, es nuestro mayor honor porque realmente trabajamos por el deportista», sostiene Hurzeler. «Son unos Juegos, no se puede fallar. La gloria está a menos de una décima».
