LONDRES 2012
En Kabul, en el corazón de un Estado en guerra desde hace más de 30 años, el espectáculo olímpico no se vive como en el resto del mundo. En un bar de la base estadounidense, los soldados franceses disfrutan los Juegos con una cerveza en una mano y el fusil en la otra.
"El Montmartre", feudo tricolor del campo de Warehouse, casi conseguiría hacer olvidar, por su decoración, el país en el que se encuentra. Muros y barra de ladrillo rojo, cuadro del Arco de Triunfo, luz tenue, el lugar quiere ser un pequeño rincón de Francia en el centro de Afganistán.
Los soldados se relajan y tratan de olvidar una situación generalmente difícil. Aunque suele ser tranquila, Kabul puede convertirse en un momento en ciudad cercada. Los talibanes lanzaron contra ella el 15 de abril una serie de ataques coordinados. Diecisiete horas de combate causaron 51 muertos, de ellos 36 atacantes. Warehouse había sido uno de los objetivos. En total, más de 3.000 soldados de la OTAN que luchan contra las fuerzas antigubernamentales han muerto en Afganistán desde la llegada de la coalición a finales de 2001, entre ellos, 87 franceses.
Los militares extranjeros, objetivo privilegiado de los talibanes, viven siempre alerta. Todos sus desplazamientos, incluso en Kabul, son en blindados, con el casco y el chaleco antibala puestos, además de tener el fusil a mano. Las reglas de seguridad estricas son lo normal en las bases militares de Warehouse y "Montmartre" incluidos. Cuando el sargento primero Sébastien, de 36 años, y el sargento Pierre, de 25, ambos del regimiento de intendencia de Vaires, toman el aperitivo hacia las 19h30, su (subfusil) Famas les acompaña.
"Ya estamos acostumbrado a tenerlo siempre con nosotros. Cuando volvamos a Francia pensaremos: ¿se me olvida algo?", sonríe el sargento Pierre. En tales circunstancia, los Juegos Olímpicos permiten "una evasión", destaca el sargento primero Sébastien. "Aquí, aparte de internet y las llamadas a la familia, no hay mucho que hacer" durante el día, destaca este aficionado a la natación.
"En nuestra sección tenemos una tele. En cada pausa, miramos los Juegos Olímpicos", relata el sargento Pierre, antiguo jugador de balonmano. Por razones de seguridad, el ejercito francés no quiere que se comunique los apellidos de sus soldados. Algunas mesas más allá, cinco militares miran una competición ecuestre en la tele. El espectáculo no parece apasionarles, "pero cuando jugaba la selección francesa (de fútbol) intentábamos seguirlo" recuerda uno de estos soldados del 30º regimiento de ingenieros de Castelsarrasin.
"No hay la misma animación que cuando la Eurocopa. Durante ese torneo, organizábamos fiestas con italianos, alemanes... para los Juegos Olímpicos, nadie lo ha sugerido", observa otro miembro del ejército francés. La tendencia es la misma para los afganos, entre quienes la Eurocopa de fútbol, el deporte rey, también era más seguida. La televisión nacional retransmite los Juegos algunas horas al día, con éxito, según uno de sus directivos.
Pero, muchos afganos alegan el ramadán, las horas tardías de los principales eventos o las escasas televisiones para justificar su relativo interés por Londres-2012, a pesar del envío de 6 atletas, 5 hombres y una mujer. Los ataques diarios, que siguen marcando el ritmo de la vida cotidiana, hacen que los Juegos estén en un segundo planto. Los valores de paz del olimpismo pasan relativamente inadvertidos en Afganistán.
