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Viernes, 12 de mayo de 2006
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ESPECIALES
feria del caballo 2006
Chaparrón de público en el Real
La Feria del Caballo comienza a tomar otro rumbo cuando llega a su cénit.
Las niñas monas han cambiado el calorcito de la mañana por las fresquitas noches, con lo cual o nos vamos tras teclear a la Feria o nos comemos un pimiento.
Con este cambio de papeles, andar por el Real ya resulta casi peligroso. Para cruzar de un sector a otro de la Feria es necesario mirar a derechas e izquierda. Si no, te atropella un jaco o un coche de jamelgos, incluso de la propia Policía, que aprovechan la vigilancia para presentar credenciales; «¡Que también hay que aprovechar!».
El chaparrón de la mañana fue sólo eso, una descarga sin importancia, porque el Real estaba saturado ya a media tarde. Y mira que es difícil, porque en esta ciudad cuando caen cuatro gotitas de nada las calles se quedan desiertas.
El calor hizo mella,y aunque en una pared de la caseta de los Treinta Tantos recuerda aquellas palabras de Shakespeare:
«Si mil hijos tuviera
el primer principio humano
que les enseñaría
sería de abjurar
de toda bebida insípida
y dedicarse por entero al jerez»,
A mí este año no me entra el oro fino, más bien la cebada, aunque supongo que será por el calor. Pero que sí, que he contribuido un poquito a luchar contra los excedentes. Si los hay a estas alturas.
Ya digo estos días que la Feria como que no, que no me llena. Pero hay que vivirla de la mejor manera posible que es sólo una semana. Así que no se me queden en casa, todos para el Real, a olvidar las penas y a contribuir con el gasto comunitario.
Y como no hay día sin noche, la de el miércoles fue la consumación de mis divagaciones. Ya contábamos que había por la Feria un equipo que rueda un documental sobre la historia del hombre y el caballo. Ni se imaginan lo que están rodando. Cuando lo vean en Estados Unidos el Bush nos manda bombardear.
Este tío todavía no se cree que seamos europeos y además cristianos y católicos, y cuando vea la peli tendrá más motivos. Lo de la «charanga y la pandereta» se va a quedar en pañales, y la España de Berlanga mucho más. Más que Jerez parecía Pamplona o la verbena de Villarriba y Villabajo. !Que catetos! Dios mío. Lo que digo, nos van a dar pa’l pelo.
La noche fue trágica para los verdolagas. Sesenta años más echándole en cara los sevillistas de que tienen un título europeo, y «!Lopera escondido detrás del Gran Poder!».
O al menos lo fue para un bético que se topó en la puerta del servicio de la CGT con uno del Sevilla que lucía en su cuello la bufanda del club de sus amores: «¡No tienes calor, hijo!».
«Viene uno a la Feria y se tiene que encontrar con estos personajes. A ver si te da algo», masculló el bético mientras enfilaba la puerta a buscar otro quicio donde hacer aguas menores.
Como uno ya no más de sí mismo, me lo tomé con tranquilidad y alquilé una mesa para no moverme de allí en unas cuantas horas, las suficientes para decidirme cuándo iba a coger camino de Francos. Estaba más a gustito que Ortega Cano en una boda flamenca, con lo cual el camino tuvo que esperar, y cuando llegó se mi hizo tela de largo.
La Feria merece la pena oiga, y disfrutarla junto con amigos mejor. Las niñas no eran el mejor reclamo para alguien que comienza a dar síntomas de cansancio. Pero bueno; sarna con gusto no pica.
Llega el fin de semana y hay que aprovecharlo antes de nos invadan los provincianos. Que lo dicho. Que la Feria está para vivirla, que ya nos quitarán lo bailao.



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