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Domingo, 9 de abril de 2006
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CALLE PORVENIR
¿Fin del espejismo marbellí?
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Las ciudades son libros que se leen con los pies, proclamaba un verso hecho canción en la voz de Quintín Cabrera. El poeta anónimo ha acudido espontáneamente a prestarme su máxima hoy, el día en que doy mis primeros pasos en esta Calle Porvenir hecha de palabras, de ideas, quizá de sueños. Nunca de adoquines, espero, por el bien de los lectores. Esta vez he sido yo el que ha elegido la calle y el nombre, evocando el lugar de Jerez que el destino señaló para que mi madre me trajera al mundo. Tranquilos, no hay nostalgia en la elección. Si acaso nostalgia de futuro que es sinónimo de porvenir. Y en esto sí hay una declaración de principios: creo que hay que mirar siempre hacia delante y que en esa facultad reside uno de los rasgos distintivos del ser humano frente al resto de las especies vivas.

Vale el preámbulo para hacer una reflexión sobre lo ocurrido en Marbella. Una de las muchas que deberíamos hacer antes de que se desaten los apetitos electorales, como en parte ha ocurrido en la víspera de la decisión de disolver el Consistorio marbellí adoptada por el Gobierno, con el aval del Consejo de Estado y de la Federación de Municipios y Provincias. Lo ha hecho el líder del PP a través de un discurso modelo Don Limpio cuya baza es el hecho de que los concejales de su partido en aquella localidad hayan estado al margen de las diversas componendas de la era Gil.

Es verdad, pero no es toda la verdad. ¿Habría podido articular el mismo discurso y desplegar los mismos abrazos en la vecina Línea de la Concepción, donde el alcalde y el grupo que le da soporte responden a un ADN político genuinamente Gil, aunque hoy luzcan en sus solapas el pin de la doble P? ¿Qué argumentos podrían justificar que la metástasis gilista denunciada en su día terminara en metamorfosis PP y aquí paz y después gloria? Menos mal que falta un año para la campaña electoral. Pero tiene que quedar claro que lo de Marbella no es un asunto local, que el debate nos concierne a todos porque -como ha venido a decir una de las máximas autoridades en la lucha contra la corrupción- el que esté libre de culpa que tire el primer ladrillo.

Hay otras Marbellas por descubrir. Y no se trata de expandir sin más una suerte de presunción de indecencia, pero sí de exigir la total transparencia en la administración de los bienes públicos en general y en particular los que afectan al urbanismo de nuestro pueblos y ciudades. El espejismo marbellí se construyó sobre una gran paradoja: la corrupción subterránea se vistió por fuera de brigadas de limpieza y de brigadas policiales tipo los hombres de harrelson que barrían de la villa todo tipo de basura. La zúa terminó por aflorar y ha venido a hacer evidente que el verdadero detritus, el que corroe los cimientos de la democracia, es el de los mercaderes de la política que suelen hacer su agosto en el río revuelto del desencanto.

La justicia se hace cargo, al fin, de las culpas y de los culpables. A la sociedad civil le toca indagar en las causas y promover antídotos duraderos. No sólo debemos exigir nobleza y honradez a nuestros políticos. No es sólo tarea de partidos. Los ciudadanos tenemos que reivindicar calidad y precios justos para las casas en las que vivimos. Y calles y avenidas donde respirar aire libre de polución y de mentiras. Ese es mi sueño para la calle por venir.



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