La ONU reforzará las sanciones contra Corea del Norte tras su ensayo nuclear

El régimen de Kim Jong-un anuncia que hizo estallar una bomba de hidrógeno

Corresponsal en Pekín Actualizado: Guardar
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En lugar de carbón, los Reyes Magos le trajeron ayer al joven dictador de Corea del Norte su regalo favorito: la atención mundial por un nuevo ensayo nuclear, el cuarto desde 2006. En vísperas de su cumpleaños, que se celebra mañana viernes, el régimen de Kim Jong-un anunció la detonación de una bomba de hidrógeno, que puede llegar a ser hasta 4.000 veces más potente que un artefacto atómico. Pero los expertos dudan de su veracidad por los efectos de su detonación.

Desafiando otra vez a la ONU, que le prohíbe cualquier tipo de ensayos atómicos y pruebas de misiles, Corea del Norte detonó esta supuesta bomba termonuclear bajo tierra a las diez de la mañana (dos y media de la madrugada, hora peninsular española).

«Que el mundo admire a un Estado fuerte y dotado con sus propias armas nucleares», escribió Kim Jong-un en una nota mostrada por la televisión norcoreana, que informó de que el artefacto había sido miniaturizado y es «una medida defensiva frente a la amenaza de Estados Unidos».

La explosión provocó un terremoto de magnitud 5,1 a 49 kilómetros del silo nuclear de Punggye-ri, escenario de anteriores pruebas atómicas. Como su potencia fue de unos cinco o seis kilotones, similar a la del ensayo nuclear de 2013, el Ejército surcoreano no cree que se trate enteramente de una bomba H, sino de un híbrido entre un artefacto atómico de fisión y otro termonuclear. «Solo unos pocos países —Estados Unidos y Rusia— han llevado a cabo pruebas con bombas de hidrógeno y el tamaño de sus detonaciones alcanzó entre 20 y 50 megatones», explicó a la agencia estatal surcoreana Yonhap un militar anónimo. En su opinión, la potencia del último ensayo nuclear norcoreano es «demasiado débil» para una bomba H». Corroborando esa opinión, la prueba atómica de 2013 causó otro temblor con la misma magnitud que el de ayer.

A pesar de minimizar este alarde de fuerza, la comunidad internacional condenó unánimemente a Corea del Norte. Por falta de pruebas, Estados Unidos no cree que la bomba que se hizo estallar sea de hidrógeno, pero promete «responder de forma adecuada a las provocaciones» de Kim Jong-un y defender a sus aliados. Por su parte, la presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, pide «trabajar todos juntos para que Pyongyang pague el precio que merece por este último ensayo nuclear». Reunida con el Consejo Nacional de Seguridad, abogó por «responder de forma contundente con sanciones internacionales duras».

En Japón, el primer ministro Shinzo Abe denunciaba que «la prueba atómica de Corea del Norte es una amenaza grave para nuestra nación que no podemos tolerar». Incluso China y Rusia, aliados tradicionales del régimen de Pyongyang, manifestaron su más «enérgica oposición» a esta prueba nuclear. Mostrando su cada vez mayor distanciamiento, Pekín convocó al embajador norcoreano para transmitirle una protesta formal.

«Diplomacia atómica»

De urgencia, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se reunió anoche para estudiar la situación y la aplicación de nuevas sanciones o el endurecimiento de las que ya pesan sobre Corea del Norte desde su primer ensayo atómico en 2006. Desde entonces, este anacrónico régimen estalinista, la última frontera que queda de la Guerra Fría, juega la baza de su «diplomacia atómica» para negociar con la comunidad internacional y conseguir ayuda humanitaria para su sufrido pueblo.

Poco después de su primera prueba nuclear, Pyongyang llegó en 2007 a un acuerdo en las conversaciones a seis bandas de Pekín, que incluyen a las dos Coreas, EE.UU., Rusia, China y Japón, para detener su programa atómico a cambio de reconocimiento diplomático, petróleo para suplir su falta de energía y ayuda humanitaria. Pero su compromiso se vino abajo en 2008 por las dificultades para comprobar su desarme. En 2009, su segundo ensayo nuclear y nuevas pruebas de misiles volvieron a elevar la tensión en esta conflictiva región del noreste asiático, donde aún permanecen acantonados 28.500 soldados estadounidenses en la frontera del Paralelo 38. En esta escalada, las dos Coreas estuvieron a punto de ir a la guerra en 2010, cuando perecieron 46 marineros del Sur en el hundimiento de la corbeta «Cheonan», al parecer por un torpedo del Norte, y Pyongyang bombardeó una isla próxima a su frontera donde murieron cuatro personas.

Bravuconadas

Cuando Kim Jong-un sucedió en 2011 a su padre, el difunto «Querido Líder», Kim Jong-il, pareció abrirse un clima de distensión. Pero el obeso sucesor volvió pronto a las bravuconadas para consolidar su poder y en 2013 no solo llevó a cabo su tercer ensayo nuclear y nuevas pruebas de misiles, sino que hasta declaró el estado de guerra y cerró un polígono industrial gestionado con el Sur en la frontera de Kaesong. Con el ensayo de esta bomba de hidrógeno, Kim Jong-un vuelve a la «diplomacia atómica» para reforzar su poder, galvanizar a su pueblo y chantajear a la comunidad internacional.

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