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El presidente francés, François Hollande - 20minutes.fr

El peluquero personal del presidente Hollande gana 9.895 euros al mes

Los servicios comportan el teñido sistemático y el corte de pelo pese a la alopecia creciente

PARÍS Actualizado: Guardar
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El peluquero personal de François Hollande cobra 9.895 euros mensuales, por unos “servicios especiales” que comportan el teñido sistemático imprescindible de los escasos pero bien cuidados pelos de un presidente que tiene problemas de calvicie “emergente”.

El semanario satírico, “Le Canard enchaîné”, tradicionalmente muy bien informado, ha podido consultar el contrato muy especial firmado el 16 de mayo de 2012, a los diez días de la elección de Hollande como presidente de la República. Según ese documento, que el semanario publicará parcialmente este miércoles, la directora del gabinete del presidente de la República, Sylvie Hubac, firmó personalmente el contrato de trabajo de Olivier B., presentado laboralmente como “peluquero personal del jefe del Estado”.

Según “Le Canard enchaîné”, el peluquero personal de Hollande fue contratado por cinco años, “durante todo el mandato presidencial en curso”, con una remuneración acumulada de 593.700 euros.

A esos emolumentos -unos 9.895 euros mensuales-, es necesario añadir “indemnizaciones, gratificaciones y ventajas personales y familiares”.

“Le Canard enchaîné” afirma que sus informaciones han sido “confirmadas” por el Elíseo.

Una cláusula importante del contrato de trabajo del peluquero personal de Hollande estipula lo siguiente: “Monsieur B. se compromete a observar, antes y después de su contrato, el secreto más absoluto sobre los trabajos que realizará y las informaciones relacionadas con tales trabajos”.

Los “trabajos” que realiza el peluquero personal de Hollande no son un secreto de Estado, precisamente: el presidente de la República aparece en público con el cabello visiblemente teñido de negro azabache, “tratado” de tal manera que permite “ocultar” parcialmente la calvicie emergente de un presidente que tiene problemas para guardar la línea -víctima de una glotonería incontinente- pero es proclive a la coquetería personal, incluso a pesar del tono popular de un desaliño que sus enemigos califican de “pueblerino”.

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