ENTREVISTA

Nick Clegg: «El Gobierno no tiene ni idea de qué hacer con el Brexit»

El ex viceprimer ministro cree que habrá otra consulta cuando los británicos constaten el precio de dejar la UE

CORRESPONSAL EN LONDRES Actualizado: Guardar
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Nick Clegg, que el 7 de enero soplará las 50 velas, fue el líder fresco que al frente del Partido Liberal Demócrata ilusionó al país en las elecciones de 2010. Luego se convirtió en viceprimer ministro, gobernando en coalición con Cameron. Pero los comicios de 2015 le pasaron factura: de 56 diputados cayó a ocho, descalabro que lo obligó a dimitir. Hoy mantiene su escaño y su lugar referencial en Westminster como uno de los paladines contra el Brexit.

De madre holandesa, padre banquero inglés y con sangre de la nobleza rusa, es un europeísta políglota, educado en Cambridge. Sus hijos se llaman Antonio, Alberto y Miguel. Esa veta española atiende a que su mujer es la brillante abogada pucelana Miriam González Durántez, con quien veranea en Olmedo.

Ensayista elocuente, acaba de contar su ascensión y caída con franqueza en un libro titulado «Política», donde reivindica el centro frente al populismo. Conversa con pasión en su escueto despacho del Parlamento, con vistas al Big Ben.

¿Le sorprendió el resultado del referéndum o se lo temía?

Estaba bastante confiado en que la gente votaría «Remain», hasta que una semana antes fui a Sheffield [norte de Inglaterra], mi circunscripción. Noté que el estado de ánimo era totalmente distinto a las encuestas. Y entonces escuché a George Osborne [ministro de Hacienda] anunciando que si no ganaba el «Remain» habría subidas de impuestos y recortes para escuelas locales y hospitales. La gente se enfadó muchísimo ante esas amenazas ridículas y me quedé ya muy preocupado. En ciudades del norte con problemas económicos, como Sheffield, votar Brexit no era solo votar contra la UE, era votar contra Londres, contra Westminster, contra Osborne y sus amenazas. Hubo un voto más anti Londres que anti Bruselas.

Viendo los debates, parecía también nacionalismo en vena. El público se enardecía cuando se le hablaba de la grandeza del Reino Unido y su independencia. Recordaba el victimismo del separatismo catalán…

El nacionalismo en vena es el mismo en todo el mundo. La emoción, la pasión, es mucho más fuerte que el cálculo de beneficios y daños de formar parte de la UE. Si tú eres italiano, francés u holandés, como mi madre, el compromiso con la UE es increíblemente fuerte, porque se ve como un acto de paz tras la Guerra Mundial. Si eres español, griego o portugués, la UE es la democracia. Para la Europa del Este fue libertad tras el comunismo. Se ve como algo positivo de la propia identidad. Recuerdo hace 20 años el orgullo de un tío de Miriam porque España había llegado a la mesa con los grandes países democráticos de Europa. Pero en Gran Bretaña, cuando yo era niño y se votó para entrar, no había nada de emoción, todo fue un cálculo, como en un supermercado. Nunca hemos tenido raíces psicológicas de apego a Europa, y menos tras la crisis de 2008, cuando tantas vidas se vieron dañadas.

Pero aún así, hubo muchísimo voto «Remain».

Sí, 48,1%, más gente de la que votó jamás a cualquier primer ministro. En realidad fue extraordinario, porque las fuerzas del Brexit estaban apelando a la resaca de la crisis de 2008 y a la inmigración, tenían las mejores cartas, y más con el papel que jugó la prensa. Debemos recordar que el 75% de los jóvenes votaron quedarse y son el corazón de una sociedad. Tenemos un gran problema en este país, porque hemos tomado una gran decisión sobre nuestro futuro que no ha sido apoyada por quienes van a protagonizarlo. Se ha ido directamente contra ellos, por eso andando el tiempo este país revisará su decisión.

Una teoría sostiene que Cameron convocó el referéndum calculando que no lograría una mayoría absoluta en 2015 y en la nueva coalición usted vetaría la consulta. ¿Cierto?

No. Y lo explicaré: al final de la campaña de 2015, cuando se hablaba de un posible parlamento ahorcado [empate y dificultades para formar un Gobierno], yo llegué a la conclusión privadamente que no entraría de nuevo en un Gobierno de coalición con Cameron. Recuerdo una cena con dirigentes de mi partido. Me hablaban de que Cameron estaría desesperado y los puestos que podíamos pedir por apoyarlo. Pero les dije que tenía clarísimo que jamás ayudaría a un Gobierno que iba a convocar ese referéndum, porque era contrario a mi conciencia. El referéndum solo se convocó para frenar a UKIP y para arreglar los problemas del Partido Conservador, su división.

Para muchos europeístas usted es ahora una especie de héroe anti Brexit. Pero tal vez sea un Don Quijote. ¿Es posible realmente pararlo?

Yo no soy Don Quijote, pero me encanta la imagen ja, ja. Lo que es muy Don Quijote es toda la situación. El referéndum ocurrió. Perdimos y tenemos que acatarlo. Pero es súper importante que mantengamos la opción de tomar otra decisión una vez que sepamos de verdad lo que supone. Es crucial que conservemos la posibilidad de otro referéndum. Debemos mantener la presión sobre el Gobierno, porque en los próximos años mucha gente que honestamente votó Brexit va a sentirse traicionada al ver que la utopía era falsa. La opinión puede entonces cambiar y toda democracia tiene el derecho a reflejar ese cambio. Solo gente como Liam Fox [ministro eurófobo] o el «Daily Mail» [periódico amarillo pro Brexit] pueden sostener que lo de junio de 2016 fue la biblia grabada en piedra.

¿Mintió la campaña del «Leave»?

El Brexit se vendió con premisas falsas, mendaces. ¿Qué pasa con la gente que votó Brexit y creyó lo que les decía Boris Johnson sobre que el dinero que va a la UE pasaría a nuestra sanidad? No era cierto. Creyeron lo que les decían sobre que todo sería perfecto, que habría más oportunidades comerciales. ¿Cómo se van a sentir cuando vean que no es verdad? Deben tener derecho a expresar una nueva opinión. Es todavía muy pronto, pero en unos años… Yo estoy ya en mi otoño político, pero veremos cosas.

Blair dice algo parecido.

Sí, estoy hablando mucho con él y estamos de acuerdo. Ambos disfrutamos de poder hablar con libertad. ¿Qué van a decir esos locos que han estado gritando contra Europa durante cinco años? Pero yo soy libre y hay que decir las cosas. Tenemos un Gobierno que no tiene ni idea de qué quiere hacer. Tienes estos chicos como Gove, Farage o Johnson, que todavía ahora, cinco meses después del referéndum, no tienen un acuerdo entre ellos sobre qué quiere decir Brexit. ¡Es increíble! Y vergonzoso. Tenemos un fanatismo del Brexit muy agresivo. Estos chicos, UKIP, el «Daily Mail»… tratan de deslegitimar a todo aquel que no comparte su punto de vista y además reinventan la historia. Es como volver a los años 30.

¿Teme que su país se parta por Escocia?

Hay un riesgo enorme, claro. Yo no quiero que la familia de las naciones del Reino Unido se rompa. Pero si el Ejecutivo conservador sigue gobernando para sus intereses de partido, y no para el país en general, y si no hay una alternativa de Gobierno, la frustración y el chovinismo nacionalista van a crecer, sin duda.

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