La ENA, la cantera de presidentes de la República Francesa

La influencia de los «enarcas» en la vida pública francesa quizá vaya mucho más allá de las más altas esferas del poder

Corresponsal en París Actualizado: Guardar
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Tres de los siete presidentes de la V República y siete de los veintidós primeros ministros del régimen fundado por el General de Gaulle, en 1958, pasaron por la Escuela Nacional de Administración (ENA), uno de los viveros de la función pública francesa.

La ENA se creó en 1945, con el fin de «democratizar» el acceso a la alta función pública y crear nuevos cuadros y gestores de la Administración del Estado, en la metrópoli y las antiguas colonias.

En su origen último, la ENA fue el fruto de un pacto político entre de Gaulle y el PCF, que no cumplió su primer objetivo original, pero creó una «casta», los «enarcas», funcionarios especializados en la gestión de los infinitos laberintos de la administración nacional.

Entre los siete presidentes del régimen francés actual, de Gaulle, Georges Pompidou, Valery Giscard d’Estaing, François Mitterrand, Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy y François Hollande, «solo» Giscard, Chirac y Hollande pasaron por la ENA. Entre los veintidós primeros ministros de la V República, «solo» Laurent Fabius (1984 / 1986), Michel Rocard (1988 / 1991), Édouard Balladur (1993 / 1995), Alain Juppé (1995 / 1997) Lionel Jospin (1997 / 2002) y Dominique de Villepin (2005 / 2007) pasaron por esa escuela elitista.

La influencia de los «enarcas»

La influencia de los «enarcas» en la vida pública francesa quizá vaya mucho más allá de las más altas esferas del poder.

Para bien y para mal, la columna vertebral de Francia es el Estado y su omnipresente administración pública. El sueldo y salarios de los 5,4 millones de funcionarios son la primera partida de los presupuestos del Estado. Y, entre esa gigantesca nómina, los «enarcas» ocupan un puesto estratégico en todas las administraciones públicas, comenzando por el sacrosanto ministerio de Economía y Finanzas.

François Fillon comenzó a hundirse en los sondeos tras el estallido del «Penelopegate», el escándalo de los 900.000 euros cobrados por su esposa por un empleo presuntamente ficticio. Sin embargo, su carrera presidencial comenzó a «palidecer» tras el anuncio de su proyecto de supresión de 500.000 puestos de funcionarios.

Todos los presidentes que han intentando «recortar» los «privilegios» presumidos o reales de los empleados del sector público francés (funcionarios y empresas públicas) se enfrentaron siempre a una resistencia desestabilizante para ellos.

«Enarca» él mismo, Emmanuel Macron, candidato a la alza en la campaña electoral, se ha cuidado muy mucho en no «tocar» el tema de la abultada nómina de los funcionarios franceses. Por el contrario, ha criticado en muchas ocasiones el proyecto de François Fillon de suprimir 500.000 puestos de funcionarios.

Poder en la sombra, apenas velada, los «enarcas» son acusados de ser una elite que oscila entre la aristocracia administrativa y la «mafia» corporativa.

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