Campo de refugiados de Al Shati del ‘mártir’ Mohamed Roga y una gran pintada en su honor
Campo de refugiados de Al Shati del ‘mártir’ Mohamed Roga y una gran pintada en su honor - M. A.

El descontento en Gaza cerca a Hamás

Brigadas Ezedin Al Qasam exhibe músculo en el primer aniversario del inicio de la guerra en la que Israel mató a 2.200 personas, la mayoría civiles, y destruyó 140.000 hogares

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Cientos de milicianos de las Brigadas Ezedin Al Qasam tomaron el pasado fin de semana la céntrica calle Omar el Mujtar de la ciudad de Gaza. Desfilan con paso marcial, enmascarados y al ritmo de canciones patrióticas. Desde una furgoneta un miliciano, micrófono en mano, recuerda a gritos los logros de la lucha armada y llama a los jóvenes a sumarse a las brigadas, el brazo armado de Hamás, un ejército paramilitar de miles de hombres.

El movimiento islamista exhibe músculo en el primer aniversario del inicio de la guerra en la que Israel mató a 2.200 personas, la mayoría civiles, y destruyó 140.000 hogares dejando decenas de miles de desplazados, según los datos de Naciones Unidas.

Los israelíes bombardearon por tierra, mar y aire durante cincuenta días con el objetivo de acabar con Hamás, pero no lo consiguieron. Los islamistas respondieron con más de 6.600 cohetes y morteros, que llegaron hasta Tel Aviv y obligaron a cerrar el aeropuerto internacional, y con operaciones a través de túneles en la frontera con lo que lograron matar a 73 personas, 67 de ellas militares. El objetivo de Hamás era obligar a Israel a levantar el bloqueo, tampoco lo consiguió y la Franja está «al borde del colapso», según el último informe del Banco Mundial.

Deshielo en el ramadán

Doce meses después se respira ambiente de deshielo en el ramadán de Gaza. Israel y Hamás dialogan a través de diplomáticos occidentales para buscar una solución duradera. Egipto ha cambiado su estrategia sacando a Hamás de la lista de organizaciones terroristas y permitiendo la apertura de la frontera de Rafah tres días por semana, lo que ha permitido la salida de miles de gazatíes después de meses de cerco. Antes, eso sí, los egipcios acabaron con todos los túneles de contrabando que se habían convertido en el cordón umbilical de Gaza para superar las restricciones israelíes.

«La base de la negociación es el alto el fuego a cambio del levantamiento del bloqueo, la apertura de fronteras y la libertad de movimientos», señala el doctor Basem Naim, responsable del Consejo de Relaciones Internacionales de Hamás y ex ministro de Sanidad. Frente a las cada vez mayores críticas en las calles por la crisis socio económica que sufre la Franja, los dirigentes islamistas defienden que «en la última guerra fuimos los vencedores porque la comunidad internacional ha reconocido nuestra victoria moral respecto a Israel. Cuando el más débil en una lucha no es derrotado, ya es una victoria», opina Naim para quien esta tregua duradera «la necesita sobre todo Israel para evitar la explosión de Gaza, si no aligera el bloqueo esto va a reventar y la gente será capaz de cualquier cosa».

Al otro lado del muro también se ha suavizado el tono. El nuevo máximo responsable militar para la Franja, general Sami Turgeman, habla de «intereses comunes» con Hamás y el ministro de Educación, el ultranacionalista Naftali Bennet, reconoció en el Canal 2 de la televisión nacional que la presencia de los islamistas es «una realidad» con la que el país debe convivir. Una realidad con la que tienen que convivir también en una Franja donde no hay una alternativa política a los islamistas.

Caldo de cultivo para el extremismo

Alejadas, pero pendientes de estos contactos indirectos, las organizaciones humanitarias se enfrentan a «una situación límite para los civiles, con un 44 por ciento de desempleo, un 60 por ciento de gazatíes viviendo bajo el umbral de la pobreza y una reconstrucción que no ha comenzado. 1,2 millones de personas dependen de la ayuda internacional … todo esto favorece a que florezca el extremismo», lamenta Jalil Shahin, director de la unidad de derechos sociales del Centro Palestino de Derechos Humanos (PCHR, por sus siglas en inglés).

Esta organización fue la encargada de denunciar las ejecuciones extrajudiciales de Hamás, calificadas de crimen de guerra en el reciente informe de la ONU en el que también se acusa a Israel de este tipo de crímenes, una decisión muy valiente dentro de una Franja «bajo el control del brazo militar de los islamistas que es quien toma las decisiones. Estamos hablando de 30 o 40 mil hombres, un estado dentro del estado, que tiene dinero y al que la crisis que sufrimos el resto solo le afecta por el creciente malestar en las calles», apunta Jalil.

El proceso abierto entre islamistas e Israel ha sido criticado por la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que el mes pasado decidió acabar con el gobierno de unidad nacional, un ejecutivo que solo existía sobre el papel. «Este diálogo con Israel solo sirve para consolidar la división de Palestina, desde la llegada de Hamás al poder en Gaza la causa palestina no ha hecho más que perder terreno. La lucha armada es pasada, es el momento de la lucha a través de la diplomacia con la que hemos logrado ser reconocidos como un estado», piensa Ibrahim Abu Al Naya, secretario de la junta directiva de Fatah en Gaza y miembro del Consejo Revolucionario del máximo rival de Hamás.

El debate político queda eclipsado en unas calles donde las prioridades son encontrar cemento para reparar las casas y sobrevivir a la subida de precios en los mercados. «Estamos cansados de la ANP, Hamás, Israel, Egipto… queremos vivir como personas normales», dice Yusef Riad, mientras levanta un muro para delimitar su terreno en el barrio gazatí de Shojaiye, auténtica zona cero de la última guerra. La obra está muy avanzada y ha decidido gastar sus ahorros en reparar la pared, antes que la casa, porque las bombas de Israel borraron manzanas enteras de viviendas y ahora nadie sabe muy bien dónde empieza y termina una parcela. «Lo hago por mi cuenta y con mi dinero, nadie está haciendo nada por nosotros, todas las promesas son falsas. Por favor, no envíen más dinero de ayuda a Gaza porque todo va a los bolsillos de la ANP y de Hamás, no a la gente», lamenta este antiguo empresario del transporte que con la guerra lo perdió todo en apenas unas horas.

A poca distancia de Shojaiye, termina el desfile militar de las brigadas Ezedin Al Qasam en la calle Omar el Mujtar y los coches vuelven a ocupar el asfalto. Los milicianos colocan puestos de reclutamiento en el centro de la ciudad y los jóvenes a partir de 15 años pueden apuntarse para entrenamientos de dos semanas, «es una primera toma de contacto con la milicia, pero hasta los 17 no se puede combatir», apunta el encapuchado encargado de hacer la lista con nombres y teléfonos. Frente al puesto hay una pantalla gigante con vídeos de hazañas militares y las familias no pierden detalle de las heroicidades de unos milicianos que pronto se esfumarán. Nadie les ve, sobre todo en momento de guerra, pero todos saben que están allí como una especie de Gran Hermano que todo lo controla. Aunque ahora Hamás e Israel parece que no quieren combatir, en la Franja saben que estas treguas nunca han durado más de dos años. El tiempo corre en contra de la paz.

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