La barba en Irán, un asunto exclusivo de clérigos o «hípsters»

El vello facial es visto con rechazo por la inmensa mayoría de la población

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O «hípster» o clérigo. En Irán no existe otra alternativa para describir a quienes llevan una barba frondosa y cerrada, en una extraña e inusual alianza entre moda alternativa y ortodoxia religiosa en un país en donde el vello facial es visto con rechazo por la inmensa mayoría de la población.

Al contrario de lo que señalan los clichés estéticos al uso sobre Irán, por las calles de las ciudades iraníes es difícil encontrar gente barbuda, y los pocos que hay son inexcusablemente o jóvenes artistas contraculturales vestidos a la última o veteranos y píos religiosos.

El resto de los ciudadanos de la República Islámica no solo prefieren ir rasurados, sino que en su mayoría perciben con recelo a quienes van sin afeitar y se burlan directamente de los que se dejan crecer seriamente los pelos de la cara, un prejuicio que se asienta en posturas sociales y, fundamentalmente, políticas.

Y es que durante décadas, incluso antes del triunfo de la Revolución Islámica en 1979 que instauró un régimen teocrático dirigido en última instancia por el clero chiíta, la barba era sinónimo exclusivo de las figuras religiosas, reconocidas por sus blancas, largas y pobladas pelambreras faciales.

La ley islámica según se interpreta en Irán dice que lo único obligatorio es que «a la distancia» se pueda distinguir a un hombre de una mujer, por lo que llevar barba no es tanto una obligación en sí misma sino una recomendación muy valorada. Así, la revolución no impuso su uso y pocos, salvo los muy creyentes o los funcionarios públicos, dejaron de afeitarse.

De este modo, en un extraño juego de oposiciones, rasurarse completamente y de forma diaria se convirtió en una forma de expresión contraria al régimen, mientras que llevar una barba de cuatro días es la estética que se asocia con sus partidarios, la policía, los militares y los «basiji», los milicianos islámicos que responden directamente al líder supremo Alí Jameneí.

«Esto era así, solo esos llevaban barba. Pero ahora se está poniendo muy de moda entre los jóvenes y los más alternativos. Es algo que se ve en la estética masculina internacional y aquí se está viendo. De hecho llevan barbas más largas y frondosas que las de los religiosos», apuntó a Efe Alí, propietario de un café y modelo masculino.

Reza, diseñador de ropa y poseedor de una más que respetable barba, es uno de los nuevos iraníes que apuestan por este complemento por cuestiones exclusivamente estéticas. « Elijo ponerme barba porque va con mi estilo de vida y con mi estilo de vestir, que es gótico. La barba queda bien», afirmó frente a su taller en un bazar teheraní.

Otro «nuevo» barbudo, Mohamad Alí, propietario de una tienda de arte, reconoció este carácter «bipolar» de la barba en Irán y también el rechazo que la mayor parte de la población siente hacia los que la llevan, a su juicio un «prejuicio» que «la gente común» siempre siente hacia lo más «alternativo».

Arash, también artista, barbudo y con pendientes, algo que sí está prohibido para los hombres en Irán, apuntó que lleva barba, que le llega casi a la altura del pecho, simplemente porque le gusta.

«No lo hago por artista, lo hago por gusto. De todas maneras, me molesta mucho que la gente se burle de la barba, y me llamen terrorista o talibán, que es lo que hacen aquí. Llevar barba es algo natural, pero como también la llevan los religiosos, a uno le molestan a veces», afirmó. Desde el lado religioso esta moda no ha podido ser mejor recibida, como indicó a Efe Seyed Yalal Mohebí, clérigo chiíta y responsable de una oficina encargada de resolver dudas sobre la ley islámica en el norte de Teherán.

«Que una cosa esté de moda no necesariamente implica que sea mala. Imagine que se ponga de moda leer libros, o ayudar a los huérfanos, o la caridad. Si se pone de moda que los hombres lleven barba, que es algo recomendado, pues no está nada mal», razonó.

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