Educación

«Muchos jóvenes de 22 años empiezan a trabajar sin saber comportarse»

Teresa Baró es la autora de «Manual de la comunicación personal de éxito», imprescindible para saber qué decir y cómo actuar en cada situación de la vida cotidiana

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

«No se puede ir en chanclas a trabajar, porque es un calzado inadecuado por muchos motivos. También desaconsejaría el uso de botas camperas, de montaña, o zapatillas deportivas», advierte Teresa Baró, especialista en comunicación personal en el ámbito profesional. «Muchos jóvenes de 22 años salen de la universidad y empiezan a trabajar sin apenas saber comportarse con los patrones de la sociedad adulta.. No saben que es posible comunicarse conscientemente a través del aspecto, decidir cómo quieres que te vean. Para empezar, la pulcritud debería ser un rasgo fundamental de una buena imagen. Pero porque cuando una persona se quiere a sí misma, se cuida. Y se preocupa por resultar agradable», asegura Teresa Baró (Caldes de Montbui, Barcelona, 1962).

Esta profesora, con una larga trayectoria como docente en secundaria, escribió «Manual de la comunicación personal de éxito» pensando en el libro que a ella le hubiera gustado leer a los veinte años, cuando empezó a moverse profesionalmente. Justo en el momento en el que percibió que «la vida social se hacía más exigente, e iba siendo consciente de las carencias que tenía mi educación», relata. «Creo que como yo, hay muchas personas hoy en día que necesitan un manual de recursos básicos que les permita moverse en las relaciones familiares, en sociedad, en el trabajo o en la calle», apunta.

La culpa de no saber cómo comportarse tampoco es, señala, de los chicos. «Las personas se comunican en función de cómo eres, y de unas pautas sociales que has heredado o que has aprendido. Los padres deberían darles un buen modelo de comunicación. Deberían también exponerles a situaciones sociales y explicarles cómo tienen que actuar en cada momento. Es muy importante que les demos la mano para que entren en el mundo de los mayores. No saben distinguir entre lo formal y lo informal, no saben saludar, no saben cómo vestirse, cómo contestar, cómo pedir las cosas, cómo tratar a los demás... porque no han hecho el proceso de pasar al mundo adulto».

Saber dar las gracias, por ejemplo

Para Baró, las cosas han cambiado mucho en nuestra sociedad. «Se han desprestigiado las buenas maneras, o la buena educación. Se ha defendido más la libertad de acción individual que el respeto hacia los demás, o el seguir unas pautas habituales de convivencia propias de una sociedad». La teoría de esta filóloga es que «se ha primado la libertad y el éxito individual, y la competitividad, frente al éxito colectivo». «Los modelos de conducta tampoco se transmiten como antaño», añade. Se refiere Baró a «cosas tan sencillas como saber dar las gracias, pedir las cosas por favor, hablar a alguien mirándole a los ojos, saludar sonriendo, aceptar una felicitación o un halago, pero también una crítica, a no invadir el espacio de los demás... Conocer todo esto, ser más responsable con la comunicación individual haría mucho más fácil la convivencia y la vida sería mucho más agradable. Y esto lo pueden enseñar los padres y los maestros», recuerda.

La situación actual de «incomunicación», además, se ve agravada por la inundación de las nuevas tecnologías. «Claro que hay que enseñar a los niños todo lo bueno que tienen las nuevas tecnologías como herramienta, pero también sus límites. Si tu estás con alguien hablando, no deberías estar con otros cincuenta chats abiertos en WhatsApp. Nos estamos "comunicando" pero nos estamos telecomunicando a la vez. La vivencia de la comunicación presencial cada vez será más escasa y de peor calidad». En este sentido Baró hace referencia a una serie de pautas para el uso de dispositivos electrónicos: «Para empezar, la persona que está con nosotros debería ser la prioridad, y un uso compulsivo del WhatsApp o las redes sociales, en el que se ignora a los que te rodean, no da muy buena imagen de uno mismo. Tampoco deberíamos obligar a los demás a escuchar las señales acústicas de nuestro móvil o nuestras conversaciones privadas que... ¡En principio no le interesan a nadie!». «La tecnología tiene que estar al servicio de las personas y sus relaciones, pero cuando es el principal obstáculo para comunicarnos con los que tenemos más cerca, entonces la estamos utilizando mal», concluye.

Ver los comentarios