Hutton aterrizó en el país en 1972 siguiendo los pasos del diestro. Ella tenía 60 años; él, 22
Hutton aterrizó en el país en 1972 siguiendo los pasos del diestro. Ella tenía 60 años; él, 22 - abc

El torero Ángel Teruel y Barbara Hutton, la pobre vieja rica

La heredera de los supermercados Woolworth gastó su fortuna en hombres. El diestro fue uno de ellos

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Quizá la canción «Poor Rich Girl» de Noël Coward no tenía nada que ver con Barbara Hutton. Y quizá la expresión no es suya, aunque así lo recoja «The Penguin Dictionary Of Modern Quotations» (fue escrita para «On With The Dance», de 1925, y ya había una película con ese título de Mary Pickford en 1917). Pero en 1972 el inglés todavía podría haber compuesto otra titulada «Pobre vieja rica». Al menos durante el tiempo en que la millonaria estadounidense estuvo por España siguiendo a Ángel Teruel por las plazas. El torero de Embajadores, cuyo padre tenía un tiovivo (lo cuenta Paco Umbral en «Travesía de Madrid»), se retiró en los años 80 y cumple el día 20 de febrero 65 años.

Torero fino, elegante, para algunos amanerado, excelente con el capote, magnífico muletero, según Carlos Abella. Y un donjuán.

«Quizá la rumba en demasía y tantas mujeres que lo acosaban minaron esa aspiración (la de ser figura del toreo)». Una de las mujeres que lo acosaron fue Barbara Hutton. En 1972, ella tenía 60 años; él, 22. El entrecomillado es de Edgar García Ochoa, periodista colombiano. Del libro «Antes de que se me olvide». Además de amigo de Teruel, García Ochoa, Flash, fue el descubridor de Shakira. Recuerda en sus memorias cuando Teruel apareció en Cartagena de Indias con 20 años, apoderado por Pepe Dominguín y con Pepe Corbelle de banderillero. Ídolo en Cartagena, cortaba orejas y cobraba otros trofeos. «Había dos hermanas y una prima que alternaban su amor con el torero y un día le dije: “Ángel, por favor, deja a la madre y a la tía quietas. Confórmate con esos tres miembros de familia”. “Vamos, Edgar, ¡es que esa familia me quiere mucho!’’». Luego lo invitó a ir a Sevilla, donde Edgar y Teruel conocieron a Barbara Hutton.

«La millonaria y una corte numerosa entre empleados y admiradores ocupaban la principal barrera de los tendidos… Como era de esperarse, Ángel le dedicó el toro y obtuvo un triunfo grande. Cuando el torero daba la vuelta al ruedo -lo hizo tres veces- siempre la señora Hutton le tiraba una mantilla, y… los subalternos del matador se la devolvían». Al acabar la corrida, Barbara Hutton dijo en un periódico que Teruel era maleducado y poco caballero, que cada vez que le tiraba la mantilla él se la devolvía. Así que llamaron al hotel Alfonso XIII, donde Hutton se alojaba, para deshacer el entuerto. Tras un diálogo en forma de disculpas, «formalizaron una cena y Ángel dijo que iba con su tío y un periodista que había invitado desde América. El encuentro fue en la suite de doña Bárbara. Ella estaba con doce personas, entre ellas dos secretarias de nacionalidad alemana…». En el brindis todos bebieron champán, y la millonaria, Pepsi. Edgar recuerda a la Hutton embobada con el torero. «De súbito, dirigiéndose a Ángel, le entregó un sobre que contenía dos pasajes de ida y vuelta para que se fuera con ella a Los Ángeles y un estuche que resultó ser un costoso reloj de oro. Ángel le seguía la corriente, y sabiendo que le convenía dejarse ver con la señora Hutton, explotó publicitariamente varios encuentros. Durante algún tiempo los periódicos españoles y norteamericanos hablaron del romance del torero y la mujer más rica del mundo».

Hablaron los periódicos de las 73 maletas de Hutton, de los dos Rolls Royce que trajo y con los que seguía al torero. De que a Ángel Teruel le regaló otro y 45 millones de francos. Pero Tico Medina, en un reportaje en ABC sobre París publicado el 6 de julio de 1972, año de autos, desmintió la noticia. La del Rolls y la de los 45 millones. Se la desmintió a los franceses, que se la habían leído a Carmen Tessier, la de «Los chismes de la comadre» en «France-Soir». Pero sí parece cierto que en Navalmoral de la Mata le tiró al ruedo un collar de brillantes. García Ochoa lo tiene claro: «Con el correr de los años, me he dado cuenta de que aquella relación de Ángel y la norteamericana era caricaturesca, y él sonreía en privado por lo que estaba ocurriendo».

Barbara Hutton, que a los cinco años recibió 60 millones del imperio Woolworth, pasó su vida gastando dinero y hombres. Decía que la vida no tenía sentido sin ellos (sin los hombres; sin el dinero, menos). Su cuesta abajo empezó el año que zascandileó por las plazas de toros españolas. En julio de 1972 murió su único hijo. Se recluyó en el Wilshire de Beverly Hills, donde desapareció a los 66 años. Pero que le quiten lo bailado. Y lo regalado.

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