El nuevo secretario general del PP de Madrid, Ángel Garrido
El nuevo secretario general del PP de Madrid, Ángel Garrido - ÁNGEL GARRIDO

Ángel Garrido: De la segunda fila a la planta noble

El político madrileño que ha pasado de ser eterno concejal de distrito al hombre fuerte del gobierno y del partido en Madrid

MADRID Actualizado: Guardar
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Durante muchos años, Ángel Garrido sólo fue un inadvertido concejal de distrito, que parecía olvidado por su partido en la gris y a veces invisible gestión de los barrios. Quienes le vieron como alguien insignificante demostraron una enorme miopía política: en sólo unos años, Garrido ha pasado a convertirse en la sombra de Cristina Cifuentes, su portavoz y mano derecha en el Gobierno regional y, ahora además, el poderoso secretario general del PP de Madrid.

Garrido, seguidor de UCD en sus inicios, comenzó en política en 1995, en Pinto; saltó a Madrid en 1999, y allí parecía haberse encasillado en el papel de presidente de junta municipal: lo fue de cinco en el transcurso de 13 años. Hasta que llegó Ana Botella y le nombró -en 2011- presidente del Pleno del Ayuntamiento.

Mano derecha de Cifuentes

Roto el «dique», su siguiente destino fue la Asamblea de Madrid (diputado desde 2015), ya al lado de Cristina Cifuentes, que le convirtió en su mano derecha al nombrarle consejero de Presidencia y portavoz del Gobierno. En paralelo, iba ascendiendo en el partido en Madrid, donde precisamente coincidió con la actual presidenta del PP madrileño en la etapa 2004-2008, en la secretaría ejecutiva de Política Territorial. Ahí comenzó a fraguarse un equipo que se mantiene hasta la fecha, junto al también consejero Jaime González Taboada. Ella es una de mis almas gemelas», asegura Garrido de la presidenta, con quien le unen incluso sus gustos personales: «Borges y Blade Runner», confiesa.

Mantuvo un blog políticamente incorrecto que prometía sustentar hasta donde permite la militancia, es decir, «evitando el suicidio»

Pero por muy discreto que uno sea, más de veinte años en política dejan, sin duda, huellas. Ahí están curiosidades como su blog, «Political incorrectness», una bocanada de aire fresco de un dirigente aún no demasiado conocido cuando lo escribía, lo que le permitió sin duda darse este lujo. Efímero, como lúcidamente comprendía, al señalar que mantendría la actitud «hasta donde me permita la militancia en un partido político, es decir, evitando el suicidio».

Hombre de gran cultura -entre sus aficiones, coleccionar primeras ediciones de Silvina Ocampo, nombre que sin duda obligaría a muchos de sus colegas a consultar wikipedia-, Garrido también ha vivido su travesía del desierto en aquel Ayuntamiento liderado por Ruiz-Gallardón en el que el edil era conocido por su cercanía a Aguirre. En 2007 recordó, por carta, que el reglamento interno del grupo municipal obligaba a celebrar reuniones periódicas. Evidenciando el malestar que sentían algunos concejales populares por el trato recibido de su alcalde.

Asumir responsabilidades

Garrido fue también pieza significada en el enfrentamiento con Cobo y Ruiz-Gallardón cuando el vicealcalde madrileño anunció que competiría con Esperanza Aguirre por la presidencia del PP de Madrid, en otoño de 2004. En la tensa Junta Directiva regional que trató el tema, y donde Cobo apenas logró una docena de apoyos, Garrido estuvo en el numeroso bando contrario. Años después, tras ser suspendido de militancia Cobo por hablar en la prensa de la «gestapillo» que le espiaba, Garrido estuvo entre los concejales que pidieron que dejara de ser portavoz del grupo municipal.

Si algo ha aprendido Garrido con el paso de los años de las turbulencias de la política es que «cada uno debe asumir sus responsabilidades, no es preciso poner la mano en el fuego por nadie más que por uno mismo», como decía hace un año. Una frase cargada de sentido para quien acaba de heredar el cargo que, antes que él, fue de Ignacio González y Francisco Granados.

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