Efectivos policiales desplegados en el mercadillo olívico
Efectivos policiales desplegados en el mercadillo olívico - S. DAPONTE

Un mercadillo sin Morones

Bouzas reabrió sin altercados, pero la presencia policial fue constante, a igual que las quejas por las tasas

Vigo Actualizado: Guardar
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Los ambulantes del mercadillo de Bouzas volvieron a montar ayer sus puestos después de diez meses en dique seco. Una reyerta entre clanes gitanosque se saldó con un herido de bala obligó al concello a cancelar uno de los mercadillos más potentes de la zona por razones de seguridad. Las pérdidas económicas para las doscientas familias que vivían de esta cita semanal fueron importantes, pero los comerciantes vieron en este cierre cautelar una oportunidad para «hacer las cosas bien de una vez». Tras el encarcelamiento del núcleo duro de los Morones —acusados de extorsionar durante años a los vendedores cobrándoles una suerte de impuesto revolucionario de 150 euros— el camino en Vigo se allanó para la ansiada reapertura de los rastros de Coia y Bouzas.

Entre batas de invierno y vestidos playeros, un buen número de agentes tanto de la Policía Nacional como locales patrullaron la explanada desde primera hora de ayer para que el reestreno fuese pacífico. Según sus datos, de los 80 comerciantes que habían pedido licencia para montar en Bouzas solo se presentaron unos 50. «Al resto —comentaban algunos de sus compañeros con la mirada puesta en los huecos vacíos— no les habrá compensado pagar las tasas». La crítica por la subida de precios es generalizada. «Hemos perdido muchos meses de vender para que ahora nos suban de 5 euros al día a 25 euros por feria», lamentaba un vendedor de ropa infantil, que al término de la mañana había hecho una caja de poco más de 80 euros.

Frente a los ambulantes con licencia que ayer trataron de remendar su agosto, en Bouzas se concentraron una decena de personas que reclaman su derecho a montar pese a carecer del permiso municipal. «Después de 26 años nos quitan el derecho a trabajar en nuestra feria», rezaba una de sus pancartas. La tensión con estas familias gitanas, controlada por los agentes durante toda la jornada, fue a más cuando varios de los manifestantes decidieron cruzar la carretera que los separaba del mercado y pasearse entre los puestos. Desde la Policía Nacional calificaron esta acción como «intimidatoria». Hubo intercambio de palabras con algunos vendedores a los que les recriminaron su falta de antigüedad, pero la sangre no llegó al río. Eso sí, no faltaron las clientas que ante la notable presencia policial consultaron a los agentes si la compra «era segura».

Un arranque «flojo»

Al filo de las dos de la tarde, y tras más de cuatro horas de actividad, el mercadillo empezó a desmontarse. La sensación de los ambulantes es que el ansiado arranque fue «flojo», en parte debido a la falta de promoción de la reapertura. «Esperemos que con el boca a boca la cosa vaya mejorando, hay que darle un par de domingos», sostienen. Por su parte, el presidente de la Asociación Galega de Ambulantes y Autónomos, Francisco Romero, se mostró «ilusionado» ante el nuevo escenario. «Muerto el perro se acabó la rabia; ahora la gente va a trabajar con otra esperanza y yo espero que tanto el mercadillo de Coia como el de Bouzas acaben siendo un éxito, porque la gente lo necesitaba», asegura. Eso sí, en el capítulo de quejas Romero reconoce que «las tasas son abusivas» y señala que la organización del mercado es mejorable. Lo mismo opinan los ambulantes que este domingo fueron a Bouzas y que se encontraron con una distribución de puestos solapada, que casi impide el paso entre uno y otro, además de un polémico reparto por artículos. «Los puestos deben ser variados, y no zapatos con zapatos y manteles con manteles, porque en el efecto sorpresa está el éxito de los rastros», asegura Romero Alvite convencido de que las extorsiones en Pontevedra ya son historia.

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