ENTREVISTA CON EL DIRECTOR DE «MATRIA»

Álvaro Gago: «Nuestras supuestas matriarcas son mujeres sin voz y muy sacrificadas»

El director vigués consiguió el reconocimiento de Sundance por su cinta «Matria», que desmonta a través de la vida de Ramona el «falso mito» del matriarcado en Galicia

El director Vvgués, Álvaro Gago ABC
Zoraida Rial

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El director Álvaro Gago (Vigo, 1986) fue uno de los grandes triunfadores del pasado festival de cine independiente Sundance, una cita cinematográfica de referencia que cada año organiza en Estados Unidos el actor y director Robert Redford . Su cinta, «Matria», se hizo con el gran premio del jurado en la categoría de cortometrajes. El filme narra la vida cotidiana de Ramona, una mujer con un empleo precario en una fábrica de conservas, con una relación tirante con su marido y cuyo refugio vital es su relación con su hija y su nieta. A través de la historia, «que podría ser la de tantas otras mujeres», Gago pretende desmontar el «falso mito» del matriarcado gallego.

—¿Cómo surge la idea de hacer este documental?

—Surge de mi interés por una persona en concreto. Esta persona [Francisca Iglesias, la protagonista del corto] fue la cuidadora de mi abuelo durante los últimos cuatro o cinco años de su vida, y a pesar de todo el bagaje que tenía detrás, siempre que entraba en casa de mi abuelo entraba con un positivismo, un dinamismo, un sentido del humor que a ella le ayudaba mucho a seguir adelante y que a mí me causaba bastante admiración. Fue esa admiración la que me llevó a hacer algo sobre ella. Empezamos a ver que podía haber una historia, quedamos mucho, hicimos muchas entrevistas y fue a través de esas notas cuando empezamos a componer una especie de guión. Ya más adelante vino toda la parte un poco más política, más reivindicativa.

—¿Fue fácil convencer a Francisca (Ramona en el corto) de que hiciese el papel protagonista sin ser profesional?

—Fácil supongo que no, sí que tuvimos dudas al principio, por ambas partes, pero nos lo planteamos como una especie de juego, a ver qué sale. Empezamos a ensayar sin ningún tipo de compromiso por ambas partes y yo en todo momento le dejé claro que si ella veía que no le apetecía, se podía salir. También se lo dije porque entendía que íbamos a hacer un ejercicio donde ella iba a revisitar muchas de sus experiencias pasadas y actuales que son complicadas, por lo que emocionalmente iba a suponer un esfuerzo muy grande. Ella tenía la libertad de decir ‘esto no es fácil’ y me salgo. Fuimos poco a poco, ella fue cogiendo confianza, se fue acostumbrado a mi presencia, a mi voz y fuimos haciendo callo. Al inicio te puede parecer algo completamente loco, pero si lo haces ya diez veces te vas familiarizando con todos los procesos. Se trata de ir haciendo músculo y callo y poco a poco.

—La idea de fondo del corto es denunciar ese «falso mito» del matriarcado gallego, ¿cómo se desmonta esa idea?

—Saliendo a la calle y conociendo a todas estas mujeres, cada una con una historia diferente pero con puntos en común. Nuestras supuestas matriarcas son mujeres muy sacrificadas, que han tirado toda su vida para adelante, nadie les ha regalado nada, nadie les ha aplaudido por lo que han hecho, porque se supone que es lo que tienen que hacer, se supone que se tienen que echar la familia a la espalda y además trabajar fuera. Al final no tienen una voz, viven un poco a la sombra. Sobre todo me influyeron varias lecturas que hice estando en la fase de preproducción de la película. Montse Dopico es una periodista que ha escrito mucho sobre el falso mito del matriarcado gallego y yo cuando vi sus reflexiones vi ahí reflejada a Ramona. Es cierto que en Galicia hay una especie de matrilineado, sobre todo en la costa, donde las mujeres ponen las propiedades a su nombre; pero es también fruto de una necesidad, no una elección libre. Los hombres se iban y a veces para amparar a las mujeres, por diferentes causas o por si el hombre fallecía, se ponían las propiedades a su nombre, o incluso se preservaba el apellido familiar de la mujer. Es pura necesidad y no tiene que ver con un supuesto poder.

—Supongo que de forma casual, el corto sale a la luz en un momento en el que están más de actualidad que nunca los movimientos a favor del empoderamiento de la mujer...

—Yo empece a hablar con Francisca a finales de 2015 y ya se notaba que algo se estaba cocinando, pero es una casualidad que hayamos coincidido en el tiempo con ese bullicio social. Está claro que está ayudando a visibilizarla más, pero no es algo premeditado.

—¿Cómo llega una cinta tan modesta a Sundance?

—Llega con la ilusión de llegar. No teníamos ningún tipo de contacto allí, simplemente enviamos la película sabiendo que era muy difícil entrar, con la ilusión de estar allí, con la ilusión de lo que habíamos hecho.

—¿Se esperaba la repercusión que está teniendo y los premios que ha recibido el trabajo?

—No, para nada. Está claro que a todo el mundo le gusta que reconozcan su trabajo. Yo también tengo un ego que alimentar, por desgracia, pero intento darle la importancia que tiene. Esto de los premios es una montaña rusa. Los festivales que me premiaron están todos trabajando ya en el próximo año, en la edición del 2019 y buscando nuevas voces, nuevos cineastas, que es lo lógico, lo que tienen que hacer. Es muy volátil, es fantástico ganar este tipo de premios, muy inesperado pero ahora toca seguir.

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