Ángel González Abad - Los martes, toros

Dámaso González y la temporada maldita

Fue la última de Dámaso en la Monumental y el cierre a la vez de una temporada maldita

El pasado sábado, la noticia de la muerte del diestro Dámaso González conmocionó a todo el mundo taurino, incluidos los aficionados de Cataluña. Y es que aquí, en la Monumental de Barcelona dejó el torero de Albacete muchas tardes para el recuerdo. Tanto y tantos triunfos en corridas con carteles de relumbrón durante prácticamente toda la década de los setenta del pasado siglo, en la que Dámaso fue uno de los grandes.

El día de San José de 1969, un torerillo, curtido en la dura lucha de las capeas, consiguió verse anunciado en Barcelona, por entonces una de las primeras plazas de la geografía taurina. El chaval aprovechó al límite la oportunidad con un triunfo contundente y resonante que le permitió repetir una y otra vez. Hasta casi una decena de tardes toreó en la Monumental aquella temporada. Unos éxitos que lo lanzaron al panorama nacional. Como tantas veces, la fuerza y el prestigio de la afición catalana conseguía poner en órbita a un novillero. Después llegó la alternativa, el escalar posiciones en el escalafón de matadores, la cima junto a los mejores. Y Barcelona como una de sus plazas talismán.

Así hasta un 6 de septiembre de 1992. Aquel día dijo adiós a la afición que le dio todo. No sé si de forma premeditada o no, pues todavía se mantuvo en activo un par de temporadas más. Dámaso González no triunfó de forma rotunda como sus compañeros de cartel, Finito de Córdoba y Chamaco, que arreaban fuerte. Tuvo, eso sí, el reconocimiento de su público. Fue la última de Dámaso en la Monumental y el cierre a la vez de una temporada maldita. Porque en la del 92, la de la Barcelona Olímpica, la empresa y propiedad de la plaza se plegó a los intereses de quienes consideraban que unos Juegos Olímpicos y una plaza de toros abierta no eran compatibles.

Fue aquel año un punto en el que se apreció de forma palpable cuál podía ser el futuro de la Fiesta por estos lares. Fue también el final de un gran torero que siempre agradeció lo mucho que le dio Barcelona.

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