El oasis catalán

Ni es broma ni tiene gracia

Uno de los argumentos del secesionismo es que Cataluña, por ser nación, tiene derecho a decidir su futuro político

Miquel Porta Perales

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La campaña también se percibe en las viñetas o tiras humorísticas de la Prensa. En Cataluña, en líneas generales, el humor gráfico -lo mismo puede decirse de la sátira radiofónica y televisiva- está al servicio del nacionalismo y el «proceso». Tan es así, que puede hablarse, incluso, de una relación especular entre la política nacionalista y las viñetas o tiras humorísticas. Un humor - «¡Crucifícalos! ¡Crucifícalos! ¡Crucifícalos!», grita el unionismo al Juez del Tribunal Supremo- que instaura una relación dialógica entre autor y lector al tiempo que construye un marco de interpretación y un relato legitimador. Un humor que establece una dicotomía entre el nosotros y el ellos y entre afectos y desafectos. Woody Allen: «El humor puede conducirnos a la tragedia». No es una broma. Y no tiene gracia.

Oído

Uno de los argumentos del secesionismo es que Cataluña, por ser nación, tiene derecho a decidir su futuro político. Es decir, tiene derecho a la autodeterminación. Una doble falacia que, no solo es compartida por el nacionalismo y los nacionalistas -también, ¡ay!, por muchos federalistas y confederalistas-, sino que es utilizada como arma en cualquier debate. En efecto, llega un momento en que -en el fragor de la batalla- el secesionista pregunta al adversario: «Oiga, ¿usted cree que Cataluña es una nación?» Conteste «sí» o «no», el adversario está perdido. Lo mejor que puede hacer es recomendar alguna bibliografía al secesionista. Consejo inútil: o no leen o manipulan lo leído. Tengo pruebas.

Observado

Más allá de los razonamientos o las lecturas -sean libros de los estudiosos del nacionalismo o resoluciones de la ONU sobre el derecho de autodeterminación-, existe un núcleo secesionista, irreductible e inasequible al desaliento, que difícilmente cambiará de opinión o hará alguna concesión al constitucionalismo. Una suerte de fundamentalismo -iluminación, revelación, absolutización, maniqueísmo, sentimentalismo, exclusión- que se atrinchera y retrae. Un fundamentalismo, una fiel infantería, inmune a todo, que pone a prueba -incluso- la conllevancia de Ortega.

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