Totalitarismo de género

Nuestro llorado Francisco Umbral, que encarnaba como nadie la perspicacia irónica de los tipos inteligentes en su prosa de ensueño, decía que la principal diferencia entre un paisano de Bilbao y otro de Soria, aparte del cupo y privilegios similares, es que el primero repite constantemente de dónde viene, y el segundo, no. Una circunstancia verificable, real, que permite ganar visibilidad, darse a conocer, resaltar el supuesto hecho diferencial con toda su palabrería hueca para ir construyendo el edificio excluyente del nacionalismo. Y al ladito mismo de este aciago fenómeno corre en paralelo uno de los grandes logros de la ingeniería social de nuestro tiempo: la ideología de género.

Con el encomiable fin de lograr la igualdad, porque resulta innegable la discriminación sufrida por la mujer y otros colectivos, se promueven conductas de liberación que conducen al enfrentamiento, algo que no deja de ser un monumental error . Lo explica con rigor y sosiego el médico Laureano Trillo Mérida, experto en bioética, quien observa con preocupación cómo estos postulados se tornan en una nueva forma de totalitarismo. Para soltarse de ataduras, se empieza por menospreciar la maternidad por su origen biológico, se cuestiona la función de la familia, y llegamos entonces a un punto que lleva nuestra organización social hacia el abismo.

«La ideología de género parte de planteamientos muy reduccionistas y destaca por su transversalidad», señala el especialista, quien indica que poco a poco va calando en el poder político con independencia del color de los partidos. Por tanto, gracias a un intenso adoctrinamiento, lo que nació para favorecer la inclusión y evitar injusticias, acaba precisamente en modelos de imposición. El caso del omnipresente colectivo LGTB resulta harto ilustrativo. Por tanto, respeto a la diversidad y las libertades individuales, pero que no te llamen machista por ser varón, facha por defender la España constitucional y asesino por ir a los toros .