Sociedad

El Ebro ha echado al mar en un mes el agua que se bebe Madrid en tres años

Los pantanos siguen con escasas reservas pese a las intensas lluvias y nevadas de mediados de enero

Zaragoza Actualizado: Guardar
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Las intensas lluvias y nevadas que descargaron sobre la zona norte de la Península a mediados de enero no se han traducido en un aumento significativo de los embalses de la cuenca del Ebro, pero sí ha nutrido el Delta con gran cantidad de agua: ha ido a parar al mar el equivalente al agua que consume la ciudad de Madrid en todo un trienio.

El dato resulta paradójico en una cuenca hidrológica que, en gran parte de ella, sigue lastrada por la escasez de agua, especialmente en la margen derecha. En la margen izquierda, las tierras surcadas por los ríos que se nutren del Pirineo, la situación es algo mejor, pero tampoco de bonanza. En este caso, sin embargo, la esperanza está puesta en las grandes reservas de nieve que acumula la Cordillera, casi un 50% superior a la que tenía hace un año en estas mismas fechas.

Esa nieve es una reserva garantizada. Eso sí, de que se aproveche más o menos dependerá cómo se produzca el deshielo. Si tuviera lugar de forma brusca por un aumento de temperaturas o la combinación con lluvias -algo que ha ocurrido otros años-, incluso podría suponer un riesgo de crecidas y de inundaciones. Sin embargo, si el deshielo es paulatino, la nieve se convertirá en agua que llenará embalses hasta donde puedan dar de sí los existentes.

El agua que vendrá con el deshielo

En estos momentos el Pirineo guarda más de 1.250 hectómetros cúbicos en forma de nieve. No toda esa nieve acaba llegando a los ríos en forma de agua, pero sí una parte sustancial. Se calcula que la actual reserva nivel del Pirineo aportará un caudal total de unos 750 hectómetros cúbicos de agua. El problema es que la red de embalses disponible tiene una capacidad limitada -aún están sin terminar los pantanos previstos en el Pacto del Agua de Aragón de 1992-.

Mientras tanto, las presas han sido utilizadas como amortiguadores de las crecidas que se produjeron semanas atrás por las intensas lluvias y nevadas que llegaron con el temporal que barrió España.

En el Ebro, los embalses de la margen izquierda cumplieron de nuevo con esa función para laminar las crecidas y evitar riadas dañinas. Pero la mayor parte de esas aguas acabaron en el mar. Solo en un puñado de embalses sirvieron realmente para aumentar sus reservas, que andaban escasas.

Durante el mes de enero, el Ebro echó al mar un total de 798 hectómetros cúbicos de agua. Fue toda la que le iba llegando al embalse de Ribarroja, la presa que está al final del gran río, antes de su desembocadura en el Mediterráneo. Ribarroja está en máximos, al 95% de su capacidad máxima.

Esos 798 hectómetros cúbicos de agua equivale a toda el agua que consume la ciudad de Madrid durante más de tres años. En la capital de España se vienen a gastar anualmente unos 250 hectómetros cúbicos de agua.

Embalses con menos agua que hace un año

Mientras tanto, una buena parte de la cuenca del Ebro anda escasa de reservas hídricas, por debajo de las que tenía el año pasado para estas mismas fechas. Aragón da fe de ello: por ejemplo, el embalse oscense de Barasona, en el río Ésera, se encuentra a apenas el 57% de su capacidad máxima, cuando hace un año estaba al 81%; el de Búbal, también en el norte de Aragón, en el río Gállego, se encuentra a solo el 37,5%, frente al 50% que presentaba hace un año; el de Caspe (Zaragoza), está al 45% -65% hace un año-; o el de La Tranquera, que abastece a Calatayud (Zaragoza) y a los regadíos del extenso Valle del Jalón, se encuentra al 54%, mientras que hace un año estaba al 61%.

En su conjunto, la red de embalses de toda la cuenca del Ebro está acutalmente al 61,5% de su capacidad máxima, ocho puntos porcentuales por debajo de la que presentaba hace un año.

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