Montserrat González, autora material del asesinato de Isabel Carrasco
Montserrat González, autora material del asesinato de Isabel Carrasco - EFE

«Si no la mato, hubiera tenido que ir al entierro de mi hija»

La autora material del crimen no se arrepiente y exculpa a su hija y a la policía local

LEÓN Actualizado: Guardar
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Montserrat González, la autora material del asesinato de Isabel Carrasco, lo tiene muy claro: era la vida de su hija o la de la presidenta de la Diputación de León. No tuvo dudas y a las 17:15 del 14 de mayo de 2014 apretó el gatillo con la misma sangre fría con la que ayer relató el crimen en la sala de vistas de la Audiencia Provincial. Montserrat no mostró emoción alguna en ese momento y en cambio las lágrimas llenaron sus ojos al recordar lo que califica de persecución por parte de la víctima hacia su hija Triana.

«No estoy arrepentida; si digo lo contrario, mentiría. Si no lo hago hubiera tenido que asistir al entierro de mi hija».

Con esta frase, pronunciada casi al final de su declaración -solo respondió a las preguntas de su defensa-, Montserrat González resumió el asesinato. Antes, eso sí, había negado cualquier responsabilidad en los hechos de su hija Triana y de su amiga, la policía local Raquel Gago, que «no sabían nada de lo que iba a hacer». «Yo sola me bastaba», dijo en algún momento, echando por tierra la tesis de las acusaciones de que hubo un plan criminal cuidadosamente preparado.

Durante buena parte del interrogatorio, que se centró en la supuesta persecución de Isabel Carrasco a su hija después de que en enero de 2010 ésta se hubiese negado a los deseos sexuales de la presidenta de la Diputación de León, Montserrat González se limitó a asentir ante las preguntas de su abogado, que ya llevaban implícitas las respuestas. Fue al terminar este relato de continuas afrentas cuando la acusada dio la primera sorpresa, al explicar cuándo decidió matar a la política: Fue en 2012, cuando se celebró el congreso provincial del PP, en el que algunos dirigentes querían aupar como presidente a Javier García Prieto. Así se lo habrían pedido al propio Rajoy, pero éste se decantó por Carrasco. «Cuando vi que eso no salía decidí que la iba a matar», afirmó con tranquilidad pasmosa. Había vivido el suicidio de jóvenes cercanos, veía a su Triana en una situación de fragilidad extrema y pensó que era ella o la presidenta de la Diputación.

La iba a matar

Fue a partir de entonces cuando pidió a su hija que le mirara armas por internet en varias ocasiones, y cuando Triana la preguntó por ese asunto ella no la mintió: la dijo que la iba a matar, ante lo cual la joven se mantuvo en silencio. No obstante, cuando continuó con las consultas ésta la advirtió de que no se le ocurriera hacer nada, que esa no era la solución.

Siempre según este relato, Montserrat González hizo caso omiso y continuó con las consultas en otro ordenador, hasta que un día una mujer le comentó que podía comprar una en Gijón. En efecto, fue con ella a esa ciudad, que conoce bien porque tiene un piso allí, y entró en contacto con un hombre que le proporcionó un revólver y la enseñó a disparar: «Tampoco era tan difícil», comentó ayer. Triana, según su madre, nunca vio esas armas a pesar de que las ocultaba en la casa de León. Además, comenzó a realizar seguimientos de Carrasco.

«Le di en la espalda»

El día del crimen la mató por casualidad, como casualidad fue que Raquel Gago fuera a la casa a tomar café después de comer. No las dijo nada, y de hecho ella tampoco sabía que la iba a asesinar ese día. Salió de casa con su hija, que fue a mirar escaparates, y ella, como tantas veces, se dirigió a la zona donde vivía Carrasco. La vio cruzar el paseo de la Condena y dirigirse a la pasarela. No la mató al principio por la presencia de una pareja -el policía nacional jubilado que luego la seguiría y su mujer-, y ya cuando casi la coronaba apretó el gatillo: «Le di en la espalda y luego le di más, pero no sé dónde».

Luego contó lo que parece una actuación irregular de los dos policías enviados desde Burgos a León para investigar el crimen: «Me dijeron que eran amigos de mi marido y que me iban a ayudar; también lo que tenía que declarar».

Pero nada de eso hizo olvidar la esencia de su declaración: que de forma consciente mató a Isabel Carrasco por odio. Y lo que es más terrible, dio la sensación de que volvería a hacerlo sin que le temblara el pulso.

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