Rajoy o el caos

Los múltiples argumentos esgrimidos ayer por Mariano Rajoy para justificar su petición de respaldo a la Cámara, conociendo de antemano el «no es no» de Sánchez, se resumen en uno: «O yo, o el caos». El candidato del PP es un buen parlamentario y volvió a demostrarlo en la tribuna, aunque no introdujo en su discurso propuesta novedosa alguna susceptible de hacer cambiar de opinión al PSOE. Una oferta de gobierno de gran acuerdo que sabe completamente inviable, difusos pactos por la Educación y las pensiones, así como contra la violencia de género, ayunos de concreción, y la amenaza de unas terceras elecciones en caso de no resultar investido. «No hay alternativa», repitió una y otra vez, como si creyera que él lo es, a pesar de que la aritmética parlamentaria sostenga obstinadamante lo contrario.

Lo mejor de la tarde fue sin duda su brillante defensa de la unidad de España y la soberanía nacional, recogida expresamente en el documento suscrito entre PP y Ciudadanos. Lo peor, que obviara cualquier referencia a la corrupción política, ignorando con las mismas la indispensable regeneración democrática que demanda la ciudadanía.

Salvo milagro de última hora, y parafraseando sus últimas palabras, los intereses particulares seguirán prevaleciendo sobre los de todos.