Estado en el que quedó la vivienda de los inmigrantes
Estado en el que quedó la vivienda de los inmigrantes - EFE

«Ojalá me hubiera muerto yo y no él»

José regularizó y empleó a los africanos Moussa y Tounkara desde 2004. El día de Navidad se asfixiaron en su cochera de Jaén

Madrid Actualizado: Guardar
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Maite apenas puede sujetar el llanto al teléfono desde Huelva. Ella y Moussa Camara iban a casarse después de la campaña de aceituna. Hablaron por teléfono el día de Navidad. «Me llamó a las 21.11 para darme las buenas noches. Se iba ya a la cama». Unas horas después, en plena madrugada, Moussa, senegalés, y los dos amigos con los que compartía una cochera acondicionada como vivienda en la aldea de El Mármol (Jaén) morían asfixiados tras prenderse la ropa que habían puesto a secar en un brasero eléctrico, bajo las faldillas de la mesa.

«Ojalá me hubiera muerto yo y no él, me dijo José cuando me llamó. Él también está muy mal. Es una gran persona». Se refiere a José Higuera.

Es el patrón de los tres fallecidos que cada mañana desde que empezó la recolección de aceituna los recogía en la cochera y los llevaba al olivar. En 2004, cuando escaseaba la mano de obra autóctona para un trabajo de dureza milenaria, regularizó a Moussa y al maliense Diatrov Tounkara. Desde entonces, el primero ha sido uno más en el tajo familiar de José, formado por siete personas.

«Tuviera el empleo que tuviera Moussa, cada año se iba a Jaén para la aceituna. Por amistad y por gratitud. Lo quería mucho», aclara Maite entre lágrimas, hastiada de oír que su novio y los otros dos temporeros vivían como perros. «Yo ni sabía que era una cochera. Moussa decía la casa y estaba muy contento»...

El patrón llora la mala fortuna que le ha salido al paso. Moussa se iba a casar. Tounkara había sido padre dos semanas antes. «Me pidió el jornal de los quince días que ya habían echado para mandárselo a su mujer. Y el otro pobre, que casi ni se había estrenado», se lamenta José en conversación con ABC. Se refiere a Cheikh Ba, otro senegalés que por recomendación de Moussa había llegado este año al tajo. «Yo les llevaba todos los días el pan, les decía que tuvieran cuidado con el brasero y con todo, pero mire...».

A punto de casarse

La escarcha y el hielo de las mañanas de enero en los olivares afieran el carácter; la vara lo endurece. No hay palabras de más. «Yo no la he visto, pero José es un buen hombre y dicen que tenía la vivienda en condiciones», explica el alcalde José Nágera, que se ha movido para ayudar a las familias en la repatriación de los cuerpos.

Cuando los bomberos de Úbeda llegaron, las víctimas habían fallecido por inhalación de humo; la conocida como «muerte dulce» que cada invierno siega decenas de vidas. La Policía Judicial de la Guardia Civil de Jaén considera que se trató de un incendio accidental. El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción 1 de Úbeda abrió diligencias previas para investigar los hechos, aunque de momento no se ha determinado que exista delito. Otra cuestión es si las condiciones de la cochera eran adecuadas, desde el punto de vista administrativo.

«De cochera solo tiene la puerta. Tiene su habitación con aire acondicionado, salón de 30 metros, cuarto de baño alicatado, patio y cocina», se defiende el empresario. «Moussa para mí era más que un trabajador y además con su carácter...». Maite asegura que el patrón les llenaba el frigorífico a veces gratis, aparte de pagarles su sueldo -«el que marca el convenio»-, dice José, y por supuesto tenerlos dados de alta. Hace años, la abogada de Moussa lo llamó porque había tenido un problema con los papeles en Madrid. Pagó 700 euros de su bolsillo. Le dijo que se lo descontaría del jornal en tres años, pero no lo hizo.

El convenio del campo en Jaén no obliga a facilitar vivienda a los temporeros (españoles o extranjeros). Solo dice que si se les proporciona «presentará condiciones de habitabilidad dignas» y enumera algunas de ellas. Es lo máximo que se negoció después de años en los que los jornaleros africanos dormían bajo los puentes, en los parques helados o en cortijos que se caen a pedazos.

«Ahora yo soy el mayor. Dios lo ha querido». Ismael Camara es el segundo de los hermanos (cuatro vivían en España). Proceden de Kaolack (Senegal). «Mi madre está desesperada. Pregunta en Palos por Moussa, no podía soportar que alguien no tuviera para comer. Siempre ayudaba a otros, además de a su familia. Mandaba dinero a mi madre y a sus hijos». Los hermanos hablaron el 25 por teléfono. Se vieron antes de que el mayor viajara de Huelva a Jaén para la aceituna. Defiende al patrón; le conocía de antes y se han vuelto a ver. «Solo quiero llevar su cuerpo a Senegal, se lo he prometido a mi madre». Cuesta 4.000 euros. La familia y el ayuntamiento de El Mármol han abierto sendas cuentas.

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