No es referéndum, es una trampa

Cualquier pronunciamiento al margen del marco legal no solo altera gravemente la convivencia sino que la invita a cometer un delito

Imagen de una estelada acompañada de un «sí» a la independencia en la playa de Masnou AFP

MARIANO GOMÀ

En Cataluña llevamos mucho tiempo solo alimentándonos de la palabra referéndum, sin que nadie gobierne ni se preocupe de los verdaderos problemas de los ciudadanos, enterrados en el vertedero de los desperdicios sin que aparezcan los partidos secesionistas que nos gobiernan más que para confrontar y alentar una fractura social cuya reducción será larga y dolorosa.

Establecer que el pretendido referéndum no es más que una perversa trampa no es una novedad, puesto que no cabe más que analizar los resultados de las consultas habidas últimamente en países cercanos o lejanos para que a nuestra sociedad se le enciendan todas las alarmas. Y como prueba de ello se podrían desgranar un conjunto de conceptos que mantienen a la ciudadanía engañada en un imperdonable abuso de la buena fe:

Un referéndum no es un juego. Es del todo preocupante que los líderes secesionistas pretendan culminar una desconexión que pondrá en riesgo nuestra condición de ciudadanos españoles y de la Comunidad Europea con afección segura e inmediata a los más elementales derechos humanos, como son la seguridad económica, asistencia de salud, pensiones o propiedades justamente alcanzadas en la actualidad.

Este referéndum no es democrático. Cualquier pronunciamiento o manifestación que se produce al margen del marco legal establecido no solo altera gravemente la convivencia sino que la invita a cometer un delito. El engaño, la imposición y la voluntad secuestrada nada tienen que ver con los principios democráticos.

Un referéndum para romper la convivencia. Obligar además ilegalmente a que los catalanes manifiesten o un sí o un no representará un daño irreparable en nuestra relación cotidiana. Los posicionamientos excluyentes generan siempre división en los círculos de amistades, lugares de trabajo y en las familias. Ninguna sociedad merece pasar por ese trance.

Este tipo de consultas fomenta la demagogia como arma para captar votos

El referéndum como callejón sin salida. Como en todas las consultas y más en el caso de Cataluña, la interpretación de unos supuestos resultados plantea problemas de especial gravedad. ¿Si esa engañosa participación es exigua cómo se puede aceptar un resultado que no ha suscrito la gran mayoría de la población?

Un referéndum puramente estratégico. Para los separatistas conseguir que se vote no es, como creen los ingenuos o los cínicos, la solución al problema catalán, sino la forma de contaminar a la sociedad destruyendo la convivencia entre ciudadanos a la vez que se deterioran instituciones. Altísimo precio que pagará una vez más nuestra comunidad afectando, como no, a los derechos fundamentales de las personas.

No nos dejemos engañar, el referéndum es una trampa y en absoluto la solución.

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