Carmena choca de frente con el Congreso

El Parlamento ha dicho «no» a la pretensión municipal de representar una obra de teatro en la escalinata de los leones, en la que se atacaba a los políticos y los diputados

Madrid Actualizado: Guardar
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La alcaldesa de Madrid, Manuel Carmena, ha topado con el Congreso de los Diputados. Antes de su disolución, la Mesa del Parlamento contestó con un «no» rotundo a la pretensión municipal de representar una obra de teatro en la escalinata de los leones, donde los actores ponían «verdes» a los políticos y los diputados, según entendieron los representantes del Congreso.

Todo empezó cuando la Mesa recibió una solicitud del Teatro Español, institución pública perteneciente al Ayuntamiento de la capital, para representar una escena de la obra de teatro «A siete pasos del Quijote» en la escalinata del Congreso de los Diputados, del 24 al 29 de noviembre de 2015.

Los miembros de la Mesa no vieron ninguna pega a priori.

Al contrario, les pareció una idea excelente. Pero pidieron el texto de la obra, por aquello de completas la información antes de considerar la solicitud.

Los representantes del Teatro enviaron un escrito al Congreso donde explican que este 2015 se cumplen cuatro siglos de la publicación de la segunda parte del Ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, de don Miguel de Cervantes. «El Teatro Español quiere rendirle homenaje proponiendo una doble propuesta artística. Por un lado, el encuentro de Cervantes con algunos de los jóvenes dramaturgos de mayor proyección contemporánea y, por otro, el de los Quijotes y Dulcineas de hoy en día con los vecinos del barrio». «Porque aunque don Quijote no pasara nunca por Madrid, siete dramaturgos han imaginado y soñado quiénes serían los personajes de las páginas del Quijote en nuestro presente y en algunos de los lugares más significativos del Barrio de las Letras», se explica.

Ningún inconveniente hasta ese momento, así que los miembros de la Mesa pasaron a leer el texto de la escena que se adjuntaba, que debía representarse en la escalinata del Congreso. Y fue ahí cuando empezaron los bufidos y el ceño fruncido de sus señorías, porque en el texto los diputados y los políticos en general no quedaban en buen lugar precisamente.

«Se lo confieso sin ambages: los que representamos al pueblo estamos preocupados por la situación actual, sobre todo de las encuestas. Tenemos que mejorar la imagen que los ciudadanos tienen de nosotros. El drama es que, por mucho que expliquemos y hagamos pedagogía, la gente no quiere ver, se empeñan en creer a sus propios ojos. Tenemos enemigos interesados en hundir el país, apocalípticos integrales empeñados en rebuznar a los cuatro vientos que todo va mal. Y que hay culpables. ¡Culpables! (contiene su indignación)». Esto es lo que dice el duque, dirigiéndose a la estatua de Cervantes, que está en esa misma plaza de las Cortes.

«Son tiempos difíciles, lo último que tendría que hacer la gente es pensar. (Señala al Congreso). Hay que dejar hacer a los profesionales. A quién no le gusta un tecnócrata del siglo XXI. La vida es ya bastante dura como para preocuparse de lo que escapa a nuestro control. Es mejor huir de la realidad. Soñar muy profundo, no despertar nunca. La única manera de tener un porvenir mejor es traerlo de las orejas al presente. El futuro ya está aquí. Y es rosa perlado. Rosa monte de Venus. La nueva ropa del emperador y de nuestra reina ahora la fabrica Inditex», continúa.

«Pero hacer que la gente despierte del hechizo de la realidad no es fácil, por eso. Don Miguel, necesitamos su talento para ayudarnos. Queremos que la gente se reconozca en nosotros. Un lavado de cara. O mejor aún, ser invisibles, que el único Congreso en el que piensen los ciudadanos sea en el congreso carnal. Y sobre todo, no espantar a los inversores, nuestros ángeles de la guarda. ¿Qué preferís que vean fuera de España, fotos de mendigos escarbando en la basura o a Pau Gasol recuperando un rebote?»

«Volvamos a ser amigos», dice el duque a la estatua. «No hay nada que nos guste más que llevarnos bien con la cultura. Prefiero, de lejos, llevar a un poeta que a una puta de lujo a una recepción real».

«Comprendo que sea difícil pasar por el aro. Pero mira a esos bichos (señala a los leones). Lo han hecho y son más felices. Quizás te creas especial porque representas a la cultura (ríe). Ah, cómo se les llenaba la boca a algunos con la palabra cultura (...) (Señala al Congreso) Sabe más el tonto en su casa que el sabio en la ajena. Tú esperas demasiado de la gente, y todo lo que el pueblo quiere es pasar un buen rato».

La Mesa consideró que la escalinata de la sede de la soberanía popular no era el lugar más idóneo para representar esa escena.

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