Salvador Sostres

La brutalidad

Salvador Sostres
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Cuando Jordi Pujol Ferrusola había ya mandado las invitaciones de su boda con la que acabó siendo su esposa, Mercè Gironès, hubo por lo menos otra mujer que creía que la afortunada y único amor de su vida era ella. La pobre desdichada, Anna Xicoy, hija del exconsejero de Justicia y expresidente del Parlament Joaquim Xicoy, quedó destrozada cuando un amigo común, invitado a la boda, le mostró la evidencia del engaño. En todo ha sido siempre Jordi Pujol Ferrusola -Júnior- igual de bestia, de capaz y de brillante. Ninguna de las dos sabía de la existencia de la otra, a las dos las tuvo locamente enamoradas. Eligió como y cuando quiso, y ya casado visitó algunas noches a Anna para consolarla.

Dos orejas y puerta grande.

Su padre fue quien primero se dio cuenta de su inteligencia privilegiada y de que era un bruto. Por eso le apartó de la política, que era la gran pasión de Júnior, porque no estaba seguro de poderle controlar ni de que le respetara sus tiempos sucesorios; y le empujó a la oscuridad de la financiación del partido y de la familia. Júnior, que había visitado a su padre en la cárcel y había crecido con fuertes convicciones independentistas, se puso a hacer negocios con su brutalidad habitual e instauró un sistema de recaudación tan efectivo como poco sutil, del que el patriarca se aprovechaba en la distancia pero que cuando alguien se lo mencionaba renegaba de él alegando que por estar trabajando «para Cataluña» no podía ocuparse de su familia, y que «claro, de alguna cosa tienen que vivir».

Júnior usó el nombre de su padre y el poder de la Generalitat para intervenir en negocios públicos y privados. A su círculo de amigos independentistas les hacía creer que era dinero para la «causa», y aunque es cierto que algo pagaba, era en una proporción de 99 a 1 en favor de su patrimonio. Los suyos le adoraban y sus damnificados no se atrevían a denunciarle. Le tuvo siempre tomada la medida a una Cataluña tan ingenua como cobarde.

Su romance con Victoria Álvarez, que fue el principio de su fin, se produjo en el mismo contexto de brutalidad y de indiscreción, mezclando su dinero en el extranjero con su alto rendimiento amatorio -muy comentado en Barcelona-, pero en su amargo despecho Vicky cantó lo que otras callaron.

Del mismo modo, y pese al pacto de Pujol padre con el Estado de confesar lo suyo a cambio de dinamitar el proceso independentista y de inmunidad para su familia, el juez no ha tenido más remedio que mandarle a prisión porque una cosa son los pactos de Estado mezclando la justicia y la política -que no es poco-, y la otra evadir 30 millones de euros mientras la policía hacer ver que te investiga.

Hasta para ser un gángster hay que entender que un Estado puede tolerar que le robes pero lleva fatal que te rías de él en la cara.

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