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El camino de España hacia el Consejo de Seguridad: nueve años y miles de kilómetros

El Gobierno dedicó un millón de euros y muchos viajes para apoyar la candidatura

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La decisión tomada por Turquía, en julio de 2011, de presentar su candidatura al Consejo de Seguridad en el bienio 2015-2016, cogió por sorpresa al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. No esperaba que su gran socio en la Alianza de Civilizaciones, que además acababa de estar en el Consejo en 2009-2010, hiciera esa maniobra poniendo en peligro la candidatura española presentada en 2005.

Lo que iba a ser un paseo, del brazo de Nueva Zelanda, para dos puestos, se convirtió en una encarnizada pelea a tres bandas, que obligó a España a hacer en los últimos tres años una intensa campaña internacional.

Al anterior Gobierno casi no le quedó tiempo para organizar la ofensiva encaminada a lograr un objetivo que, al llegar a La Moncloa, el Ejecutivo de Rajoy hizo suyo con entusiasmo.

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, fue el encargado de pilotar una campaña para la que se contaban con pocos medios, a causa de los recortes, y en la que tuvo el apoyo de los dirigentes del PSOE.

Embajadores invitados

Aún así, España ha gastado en torno a un millón de euros para hacer llegar a los distintos países las bondades de su candidatura. Con esa cantidad, se pagaron las invitaciones a un buen número de los embajadores acreditados ante la ONU que, en tres tandas, vinieron a España a participar en seminarios sobre temas como el agua o el cambio climático. Además, el Gobierno editó un folletos y un díptico en los que se informaba del compromiso español con Naciones Unidas, algo que no se había hecho nunca, pero que otros países sí solían hacer.

Parte importante de la campaña, sin embargo, fueron los contactos personales que las autoridades españolas tuvieron con mandatarios de otros países, comenzando por el Rey Juan Carlos, quien, además, envío cartas a varios monarcas y presidentes pidiendo el voto para España. Su sucesor, Felipe VI, remacharía la candidatura española con su intervención ante la Asamblea General de la ONU a menos de un mes para la votación.

De igual modo, Mariano Rajoy aprovechó sus contactos bilaterales para arrancar de sus colegas de de distintas regiones el compromiso de votar a favor de España. Lo mismo hicieron García-Margallo y los altos cargos de Exteriores, especialmente en aquellas zonas, como África o Asia, donde nuestro país podía tener más dificultades para conseguir apoyos.

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