El presidente en funciones habla con doña Hermina, en su tahona de Ribadavia
El presidente en funciones habla con doña Hermina, en su tahona de Ribadavia - MIGUEL MUÑIZ

ELECCIONES GALLEGAS 2016Rajoy y los dulces de Herminia

El primer día de su ruta de campaña llevó al líder nacional del PP a la comarca del Ribeiro. Ajeno a la actualidad política, ayer no tocaba responder a la prensa: solo fotos

Avión/Ribadavia/Orense Actualizado: Guardar
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En casa de doña Herminia se venden dulces judíos desde hace casi treinta años, pero su horno lleva haciendo pan varios siglos. En el corazón de la judería de Ribadavia, ella afirma orgullosa que es «la única en España» en esta repostería y que «no vende por Internet, quien quiera comprar tiene que venir aquí». Ayer se le presentó allí el presidente del Gobierno en funciones. A Mariano Rajoy le regaló una ración de sabiduría: «¿Por qué no cambian de políticos y gobiernan los que tienen más votos»?

En el primer día de ruta por la Galicia de interior, Rajoy gastó suela en la comarca del Ribeiro. Paseo tras paseo, se recorrió Avión, Ribadavia, el centro de Orense y remató de cabeza un mitin en Carballiño.

Como si fuera «Lluvia de Estrellas», Rajoy entra como presidente del Gobierno en funciones en el hotel y sale convertido en un político de la vieja escuela. Quizás por eso sea impermeable a las preguntas sobre Rita Barberá o cualquier otra circunstancia de la Villa y Corte. En campaña, no está para que le molesten con esas pequeñeces, porque lo importante es la gente de la calle. Y los periodistas —mira que son insistentes los pobres— tienen que resignarse.

Si alguna vez hubo un relato acerca del rechazo que Mariano Rajoy despertaba entre la ciudadanía, debió ser en tiempos pasados —aunque probablemente no demasiado—. Y desde luego no en Orense. O tiene la fortuna de tropezar inevitablemente con afines al PP vaya por donde vaya, o quizás la imagen del político arisco y distante castigado por la corrupción sea más mediática que real.

La gente se detiene a su paso, los menos muestran indiferencia, los más hacen fotos sorprendidos o se apuntan al «selfie», el retrato en grupo, los besos y los abrazos. Y un mensaje repetido: «Rajoy, mucho ánimo». Deben de estar todos bajo la seducción de los dulces de doña Herminia. Incluso las niñas que, a la salida del instituto, esperan que cruce el paso de cebra en la céntrica calle del Progreso orensana para captar el momento. «Mi madre es muy de Feijóo», le asegura una. «Pues que siga así», le replica sonriente. Se siente querido, por más que Pedro Sánchez pida al PP que entregue su cabeza en bandeja de plata.

A su lado en todos los planos, el protagonista inesperado del debate del lunes: Manuel Baltar, presidente de la Diputación de Orense. Toda la oposición lo señaló como poco menos que el factótum de la corrupción en Galicia. Rajoy es también ajeno a acusaciones sin fundamento. Tanto es así que lució en su muñeca la pulsera de «Ourensanía», factoría Baltar. «Yo vengo a veros y espero recibir el mismo cariño», dijo en Avión a los vecinos. Ya sabía que era así.

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