El presidente del BCE, Mario Draghi
El presidente del BCE, Mario Draghi - EFE

La banca apura la venta de su deuda soberana antes de la subida de tipos

El sistema financiero español es, tras el italiano, el que más renta fija acumula

Madrid Actualizado: Guardar
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La banca española ansía una subida de los tipos de interés que impulse al alza el precio del crédito y, por tanto, su negocio tradicional. Sin embargo, las expectativas de un endurecimiento de la política monetaria también traerán, al menos temporalmente, consecuencias negativas para las cuentas del sector financiero: posibles minusvalías en las carteras de renta fija, incluida deuda soberana española, que guardan en sus balances. No es casual que en el primer trimestre del año las entidades hayan acelerado la enajenación de esos títulos para aflorar las plusvalías aún latentes. Además, han comenzado a reclasificarlas contablemente para evitar que les impacte en el nivel de beneficios y capital.

Los bancos son, junto con las compañías de seguros, unos de los principales inversores institucionales en deuda, ya sea soberana o corporativa.

Y suelen comprar y vender esos títulos en el mercado para obtener réditos financieros.

Los siete grandes bancos (Santander, BBVA, Caixabank, Bankia, Sabadell, Popular y Bankinter) obtuvieron entre enero y marzo 1.858 millones de euros en resultados de operaciones financieras (ROF) –que incluyen estas operaciones, pero también plusvalías por venta de participaciones–, un 15% más que un año antes. «Ante el repunte de los tipos de interés hemos vendido carteras que nos han permitido generar plusvalías», explicó el pasado viernes en rueda de prensa Leopoldo Alvear, director financiero de Bankia, entidad que enajenó en el citado periodo 3.000 millones de euros en renta fija y generó 161 millones de ROF, un 164,6% más que en el primer trimestre de 2016.

No fue el único banco. BBVA duplicó sus ingresos por operaciones financieras, Bankinter los incrementó un 41%, el Sabadell un 14,6% y el Santander un 13,6%. Fuentes financieras explican que al vender esas carteras las entidades deben evaluar cómo van a ganar más con esos títulos, si enajenándolos ya o con los intereses futuros que generan. Todos los grupos bancarios coincidieron en señalar que han aprovechado el buen momento del mercado para hacer caja.

Los bancos recurrieron en los peores años de la crisis a la generación de ROF para compensar el derrumbe de la facturación por el negocio bancario tradicional: el crédito. Aún hoy hay algunas entidades con un peso elevado de las operaciones financieras en sus cuentas de resultados. Por ejemplo, en la mayoría de las antiguas cajas de ahorros medianas –Kutxabank, Liberbank, Ibercaja, BMN–, la cooperativa Cajamar y en Caixabank y el Sabadell suponen más del 10% de los ingresos de explotación (margen bruto) anuales.

Caso contrario es por ejemplo el de Banco Popular, que siempre ha defendido que tiene unos resultados más recurrentes, y en cuyas cuentas apenas supone el 7% del margen bruto, nivel semejante al de Bankia, o el de Bankinter, banco para el que supone poco más del 4% de la facturación anual.

Pero la motivación de hacer esas ventas, al menos entre los siete grandes bancos, ya no es la misma. Ahora se trata de no perder dinero con esas inversiones. Una hipotética subida de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo (BCE) reduciría el valor de la renta fija, tanto pública como privada. Esto, por tanto, se traduciría en una depreciación de esas carteras en los balances bancarios, ocasionando a las entidades un impacto negativo tanto en resultados como en las ratios de solvencia.

Posibles minusvalías futuras

Aunque la institución presidida por Mario Draghi aún no ha dado ese paso, sus mensajes han alimentado las expectativas de un endurecimiento próximo de la política monetaria y en el mercado ya han comenzado a repuntar las rentabilidades de los bonos y, por tanto, a bajar su precio o cotización. De ahí que, para evitar esas minusvalías, las entidades financieras españolas se hayan puesto a gestionar activamente esas inversiones.

Una primera fórmula es la mencionada enajenación de los títulos de renta fija. Práticamente todos los bancos han apurado las ventas en los tres primeros meses del año y aseguran que en los próximos trimestres los niveles de resultados de operaciones financieras serán inferiores, pero en el conjunto del ejercicio superiores a los registrados en 2016.

La otra opción es reclasificarlas contablemente en el balance para así reducir el impacto. Los bancos ordenan esa deuda en diferentes categorías: de negociación, disponible para la venta y a vencimiento. En caso de depreciación de los bonos, aquellos clasificados en la cartera de negociación generarían pérdidas en la cuenta de resultados, y aquella contabilizada como disponible para la venta supondría un lastre en los niveles de capital, según un informe al respecto de Analistas Financieros Internacionales (Afi).

Pues bien, según los cálculos de esta consultora los bancos del país ya han procedido a reordenar esas carteras para minimizar los efectos negativos de una eventual subida de los tipos de interés. En concreto, las entidades han traspasado parte de sus inversiones hasta ahora disponibles para la venta a la cartera de vencimiento.

El motivo es que bajo ese epígrafe no debe actualizarse continuamente el valor de los bonos para adaptarlo al precio de mercado, sino que se valoran al coste de amortización. Así se evita el impacto en resultados y solvencia. De este modo, y según las cifras recopiladas por Afi, mientras la deuda disponible para la venta ha reducido su peso del 64 al 56% del total, la disponible para venta ha pasado del 12 al 19%. Aun así, el 70% aún está clasificada en las dos carteras susceptibles de sufrir impactos contables.

Elevada exposición

El efecto del inicio de la normalización de la política monetaria sobre la renta fija en los balances bancarios no es baladí para el sector financiero español. Más bien todo lo contrario, pues las entidades de nuestro país son, junto con las italianas, las que más renta fija acumulan en relación a su balance. En concreto, y según datos del BCE recopilados por la consultora que preside Emilio Ontiveros, el 10,8% de los bancos italianos tienen títulos de este tipo y en el caso de las entidades españolas supone el 8,9%.

Esto se debe a que, durante la crisis y aprovechando la enorme liquidez inyectada al sistema por el instituto emisor, los grupos bancarios de ambos países se lanzaron a comprar deuda soberana en masa, sobre todo de sus respectivos países, también como medida de apoyo a la nación. «Italia, además de ser el país con mayor exposición sobre activo, tiene la mayor parte en disponible para la venta», añade Afi.

Precisamente esta estrecha vinculación entre el riesgo soberano y el riesgo bancario ha sido la causa de recurrentes polémicas entre los estados miembros en el seno de la Comisión Europea. No en vano, el año pasado Alemania –el país, junto a Holanda, más crítico con este tipo de prácticas– propuso dejar de considerar la deuda soberana como un activo libre de riesgo.

La propuesta generó un gran revuelo entre los países de la periferia, como España, y finalmente se decidió posponer la decisión definitiva hasta principios de 2018. Según quedó reflejado en las conclusiones del Ecofin, «en lo relativo al tratamiento regulatorio de la deuda soberana, se esperará al resultado del Comité de Basilea, trabajo que la UE revisará, como muy tarde a principios de 2018». Y es que Berlín quiere cortar los vasos comunicantes entre los países y sus sistemas financieros antes de avanzar en la unión bancaria y la normalización de la política monetaria puede allanar el terreno.

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