Luis de Guindos con los ministros de Luxemburgo y Bélgica
Luis de Guindos con los ministros de Luxemburgo y Bélgica - THIERRY CHARLIER

Francia y Finlandia decantaron el voto contrario a De Guindos

El Ejecutivo esperaba que Pedro Sánchez interviniera para captar el voto socialista de Francia e Italia

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Jeroen Dijsselbloem es un hombre ambicioso, calculador y pragmático. Así ha logrado ser renovado como presidente del Eurogrupo, aunque sea como segunda opción. Hubiera querido ser comisario de economía, pero unas declaraciones ofensivas le granjearon el veto de Jean-Claude Juncker, que ha hecho todo para facilitar que dejase el consejo de ministros de la zona euro y acabar con su carrera europea. Pero el holandés ha resistido y ha logrado revertir la tendencia que soplaba a favor de Luis de Guindos.

El ministro español quitaba ayer importancia al resultado diciendo que «sé muy bien quién me ha votado» y el grado de apoyo que ha tenido en este pulso y se mostró «seguro» de que en los próximos nombramientos relevantes, como los del Banco Central Europeo (BCE), España recuperará sus posiciones.

Entre otras razones, porque «no es un asunto de una legislatura, sino que debería ser política de Estado». La alusión es evidente porque el del pasado lunes fue un voto sobre todo ideológico, en el que Dijsselbloem se puso el traje de socialista -que normalmente desdeña- para lograr el apoyo de los gobiernos de izquierda, junto al de algunos de centro que normalmente no le habrían apoyado, de no ser porque su actitud frente a Grecia les pareció correcta. Es el caso del finlandés Alexander Stubb, miembro del Partido Popular Europeo, pero en un gobierno de coalición con un presidente liberal y apoyos de extrema derecha, que probablemente no mantuvo su compromiso de apoyar al candidato popular, De Guindos.

Votos socialistas

El apoyo invariable y explícito de Berlín fue siempre esencial en todos los cálculos, aunque el Gobierno alemán no ocultó nunca que eso solo garantizaba un voto. Pero para De Guindos la clave ha estado en la posición francesa. Una de las razones por las que España quería que el voto fuera abierto era seguramente porque el ministro galo Michel Sapin no se acabó nunca de definir en público. En todas las circunstancias en que se le preguntaba elogiaba de una forma absolutamente equidistante a los dos candidatos, aunque a la hora de la verdad hace tiempo que el ministro galo había prometido el cargo a su colega holandés.

Pero, ¿habrían cambiado las cosas si Francia hubiera cumplido el compromiso de apoyar a De Guindos que el presidente Hollande había hecho a Rajoy? El voto de Francia hubiera sido definitivo y no solo desde el punto de vista aritmético. Si el líder del PSOE, Pedro Sánchez, hubiera intervenido a favor de Luis de Guindos ante los dos grandes gobiernos socialistas de la zona euro, Francia e Italia, tal vez las cosas habrían cambiado.

Pero Sapin sabe muy bien lo que se juega Francia, un país cuyas cuentas públicas están al borde de la catástrofe, continuamente rozando el incumplimiento de todas las normas europeas y a París le interesa sobre todo tener amigos en las instituciones comunitarias que controlan la economía. Tienen a Pierre Moscovici en la Comisión y ahora a Dijsselbloem en el Eurogrupo.

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