Roland GarrosMuguruza, rebelde madurez

Lo quería todo desde pequeña y lo ha conseguido, en el camino, muchas tardes de peloteo con sus hermanos mayores y muchas más de crecimiento personal

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Descubrió el tenis pronto, de la mano de sus hermanos, en el club donde pasaban sus padres el fin de semana. El tenis fue el motivo de peregrinaje familiar a Barcelona, pero fue ella, la más pequeña, ni Igor ni Asier, la que despuntó pronto en la Academia Bruguera. Agresiva desde los inicios, Garbiñe Muguruza (Caracas, 1992) encontró en sus espigados 182 centímetros un arma mortífera para atacar desde la primera pelota. También en la vida, pues pronto decidió que esto era lo suyo y que no se iba a contentar con ser una del montón. Ser la mejor. Esa era la única meta.

Tenis tenía de sobra. Aunque quizá René Fajardo, su primer entrenador, no pudiera prever lo que vendría después de pasar por esas primeras pistas.

Fue Alejo Mancisidor quien vio que en Muguruza había un talento en ciernes y lo pulió hasta darle la forma necesaria para imponer su nombre en el circuito y aspirar a su primera final de Grand Slam: Wimbledon 2015.

Londres, un Grand Slam, una final, Serena Williams. Los nervios de aquel día quizá fueron demasiados. Temblores de veinteañera. Once meses después apura otra opción de convertirse por fin en una grande. Talento y desparpajo en pista camina con fuerza hacia las grandes portadas.

Esconde su rostro tras cada victoria. Una coquetería que se permite porque no renuncia a la feminidad aunque el tenis la obligue a sudar. Selecciona con gusto los vestidos que llevará en la pista y las galas. Es un reclamo para las marcas por su porte y su manejo de las cámaras, del público, de hacerse querer. Cotizada por las grandes marcas y diseñadoras como Stella McCartney. Nunca ha ocultado que le gustan los grandes escenarios y que se hable de ella porque se ha ganado el derecho a que todo el mundo lo haga para bien.

En este último año, esos once meses desde la final de Wimbledon 2015, Muguruza ha sorteado días malos y se ha refugiado en los buenos. Cambió de entrenador y Sam Sumyk ha terminado de amueblar su cabeza. Lo que necesitaba su tenis ya de por sí excelso. hasta en el parchís se rebela cuando pierde, admitía para ABC con esa sana sonrisa que descubre dos hoyuelos en las mejillas.

Acorde con su edad, vive pendiente de las redes sociales. Y hace sus pinitos con la música. Melómana apasionada, y muy entendida. Es ella quien elige el menú musical en cada torneo. Cuando puede, perfecciona a la guitarra canciones que la emocionan. Se expresa con soltura en la cocina y aunque sigue dieta de deportista, la carne y los postres son su debilidad.

Pero le van las emociones fuertes: prefiere la acción y la intriga antes que la comedia y le encantan los coches de gran cilindrada. Se compró un Porsche el año pasado. Su capricho. Se lo ha ganado, repite con toda la razón.

Eligió España, para defender bandera en los Juegos Olímpicos. A sus 22 años dirige su vida como a la pelota: firme y sin miedo. Así retó a Serena Williams en Roland Garros. Así la ganó. Así es nueva número 2 del mundo. Y lo que ella quiera.

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