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Rafael Nadal celebra un punto en Buenos Aires - Reuters
Buenos Aires

Nadal gana nueve meses después

El español, que no tenía títulos desde Roland Garros, destroza a Juan Mónaco (6-4 y 6-1) en Buenos Aires, una final gris deslucida por la lluvia

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En Buenos Aires, encendido por una hinchada que resiste una jornada de lluvia desagradable, Rafael Nadal toca el cielo nueve meses después, campeón en Argentina para ahuyentar viejos fantasmas que le persiguen desde que se consagró con su noveno Roland Garros. El español llevaba 266 días sin mordiscos y, cómo no, llegó en su tierra querida, expeditivo para tumbar a su íntimo amigo Juan Mónaco por 6-4 y 6-1. [En directo, Nadal-Monaco]

Fue un sucedáneo de fiesta deslucida por las nubes y las gotas, inoportunas ya que asomaron permanentemente por la capital. Primero molestaron en el calentamiento y luego se interrumpió el pulso con 1-1 porque era del todo imposible jugar a tenis. Nadal lo habló con su colega y entre los dos decidieron que lo mejor era irse a la caseta, que era absurdo seguir en una cancha tan embarrada.

Iguala a Vilas

Un buen rato después regresaron los tenistas al estadio Billoch Caride y a Nadal le entraron las prisas, exigido por las circunstancias y por los murmullos. Mientras los peces gordos del circuito se cruzaban en los cementos de Acapulco o Dubái, torneos con más prestigio, el apostó por Buenos Aires y su arcilla, escenario inmejorable para reconciliarse consigo mismo después de tantos altibajos.

Después de un segundo tramo de 2014 decepcionante por lesiones y dolencias varias, no iba mejor esta temporada después de los tropiezos en Doha, el Abierto de Australia y Río de Janeiro. De ahí que se exigiera dar un paso al frente, volver a ganar, dar brillo a un palmarés que ahora luce con 65 títulos y con 46 de ellos sobre tierra roja. Ya puede decir que tiene tantos como Guillermo Vilas, espectador de lujo y otro mito que se queda atrás.

Nadal ganó sin estridencias y sin gritos, serio y correcto para acabar con la sequía. Puso tierra de por medio una vez se llevó la primera manga y se escapó definitivamente al romper el saque de Mónaco nada más empezar el segundo parcial. Con set y break de ventaja, ya sólo quedaba esperar la estocada y ejecutarla de forma decorosa y sin ofender. Para eso Mónaco es su mejor amigo.

Durante todo este viaje de regreso, Nadal se ha empeñado en recordar la falta de kilómetros en sus piernas, alterado también porque ha tenido calambres y porque no recupera como antes. Necesitaba algo como lo que le ha pasado en Buenos Aires, saborear otra vez el éxito, pero su triunfo no es tan rotundo. Siendo muy difícil de calcular el porcentaje, el balear no despega el todo, pero sí se puede decir que ha cogido carrerilla y está bien posicionado para alzar el vuelo.

La batalla del domingo se desbrava a medida que Mónaco se enfría, agarrotado porque los precedentes son pésimos para él. De los cinco partidos que completaron (en el otro se retiró el mallorquín), Nadal le ganó los 12 sets y únicamente le concedió 13 juegos. Y la historia se repite en Buenos Aires, un domingo de paraguas y chubasqueros que sacan por fin una sonrisa en el campeón de 14 grandes.

La igualdad duró seis juegos, el tiempo en el que la pista todavía estaba pesada, lenta y extraña en los botes. A partir de ahí, Nadal pisó el acelerador y galopó hacia el título, hacia su título. Por fin una alegría después de tantos trompicones, por fin la luz al final del túnel. Nueve meses después, lo que dura un parto, el español vuelve a salir en la portada. Y esta vez es con una sonrisa.

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