Copa del ReyOtra final sin sede y con lío

Como todos los años y a diferencia de lo que pasa en Europa, no hay un estadio definido para acoger el partido ni acuerdo entre los clubes

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En el mundo de las modernas tradiciones domésticas del fútbol español, una costumbre despunta por encima de todos los usos. Llega la final de la Copa del Rey y se puede anticipar sin temor al equívoco que habrá lío porque no hay sede. La primavera de 2017 no ha invertido las tendencias, pero ha adquirido una ventaja sobre los años precedentes. Al menos se ha establecido una fecha en el berenjenal de competiciones, compromisos y aplazados. Será el 27 de mayo, sábado, un fin de semana después de la última jornada de Liga, tres días después de la final de la Europa League y siete días antes de la final de la Champions. Y como todos los años, la ausencia de un estadio único, emblemático o definitivo enfrenta a los dos contendientes.

El Alavés, nuevo en la plaza ya que disputará su primera final de Copa, quiere jugar en San Mamés (Bilbao), a 63 kilómetros de Vitoria. El Barcelona no se ha pronunciado oficialmente, aunque el eco mediático apunta a su preferencia por el morbo del Santiago Bernabéu.

El protocolo del torneo exige que sean los clubes interesados en acoger el partido los que presenten la solicitud a la Federación Española de Fútbol, la organizadora de la competición. El Atlético reclamó la sede como conmemoración de los cincuenta años del Vicente Calderón y en homenaje al recinto, que se despedirá del fútbol profesional este año. El Atlético se traslada la próxima campaña al Wanda Metropolitano, ubicado al noreste de la capital.

El Real Madrid no ha solicitado la organización del encuentro y ha alegado de nuevo «obras en el Bernabéu». En el recuerdo del madridismo pesa la última edición que acogió el estadio blanco con el Barcelona como protagonista. Fue en 1997 y ganó el equipo azulgrana al Betis (3-2). Don Juan Carlos entregó el trofeo a Popescu, capitán azulgrana, mientras un grupo de directivos encabezados por Joan Gaspart jaleaban la conquista para fastidio de los hinchas merengues. El madridismo no quiere otro episodio de esas características, mientras la prensa de Barcelona alienta esa sede con el argumento de disponer de un aforo abundante (81.044) para ambas aficiones.

Gaspart reapareció en la cadena Ser de Barcelona. «Pido públicamente que el Madrid tenga narices de escribir una carta y decir que no quiere que se juegue en el Santiago Bernabéu. Si lo que le preocupa a Florentino Pérez es que salte al terreno de juego o monte un show, que esté tranquilo. Sigo siendo un forofo pero ya no soy tan animal como antes. Que no se inventen historias relacionadas con los lavabos».

Al margen de la eterna rivalidad Real Madrid-Barcelona, el Alavés vive su felicidad después de eliminar al Celta. El máximo accionista del club, el exjugador de baloncesto Josean Querejeta, expresó un deseo compartido ayer. «Quiero jugar la final en San Mamés. Para nuestra afición sería perfecto, es un campo moderno y de referencia para Euskadi. Es el campo más representativo que hay en Euskadi, en el que, de alguna forma, todo el mundo ha participado para que se pueda construir un estadio de esas características. Además sería el campo más cercano para nuestros aficionados y al que podría ir muchísima gente».

La opción San Mamés

El lehendakari vasco, Íñigo Urkullu, secundó la demanda de Querejeta y apoyó la iniciativa. «Sería extraordinario que se jugase la final en San Mamés. A ver si esta vez tenemos más suerte y les ganamos», expuso en referencia al duelo de hace dos temporadas en el Camp Nou en el que el Barcelona derritió al Athletic (3-1). San Mamés acogerá un concierto de Guns ‘n Roses tres días después del choque.

A través de diversas vías, el Barcelona ha expresado su interés por jugar en un recinto con la máxima capacidad. El estadio de San Mamés puede albergar a 53.289 espectadores, una cifra muy similar a la del Vicente Calderón (54.907).

El protocolo de la final de Copa exige que los dos adversarios se pongan de acuerdo sobre la sede. Un elemento enreda algo más el asunto. La Federación Española va a ingresar en breve en un periodo electoral y, por tanto, la designación se podría retrasar si el Alavés y el Barcelona no logran un punto común para sus intereses.

El desorden anual de la Copa del Rey y la falta de previsión de la Federación para designar una ciudad a principio de temporada o un estadio permanente choca con los designios de las grandes ligas continentales. Los semejantes del torneo español disputan la final de su copa siempre en el mismo recinto durante los últimos años.

Inglaterra ha convertido a Wembley en una seña de identidad. El antiguo estadio se demolió en 2002 y sobre sus cenizas se levantó el actual, un diseño de Norman Foster que es el hogar de los partidos de la selección de Inglaterra. En Francia sucede lo mismo con el Stade France, inaugurado en Saint Denis (un barrio al norte de París) con motivo del Mundial de 1998. El Olímpico de Berlín es el destino natural del último partido de Copa en Alemania. Y en el Olímpico de Roma los italianos dirimen su campeón anual de la Copa.

En España existe un estadio de estas características, sin colores, filias ni fobias. Es La Cartuja, a las afueras de Sevilla, con aforo para 57.000 espectadores y que cría malvas en el olvido total.

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