Un momento de la final del Europeo entre Álvarez-Sala y Mulliner
Un momento de la final del Europeo entre Álvarez-Sala y Mulliner - Antonio Sáinz
Polideportivo

Croquet a la española

Deporte de origen francés, tiene en Inglaterra a su mayor potencia, pero en España gana afición y títulos: José Álvarez-Sala se proclamó campeón de Europa este fin de semana en Cádiz

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Técnica, táctica, paciencia y psicología se juntan en el croquet, un deporte con tintes de golf, por la superficie y el hándicap, y de ajedrez, por la estrategia y la batalla mental. De origen francés, con fuerte hegemonía inglesa, España acaba de conquistarlo. Este domingo, José Álvarez-Sala se proclamó campeón de Europa, ante un inglés, en Cádiz.

Un éxito que vale por dos. El torneo nunca había salido de tierras inglesas, tan arraigada esta actividad que Wimbledon nació como club de tenis y croquet. Comparten el verde recién cortado y la blanca indumentaria. En los últimos años, la cantera nacional ha desarrollado su potencial, aumentando su participación en competiciones internacionales, con cada vez más presencia en rondas de prestigio.

Como en golf, el croquet se guía por hándicap: entre -2 y +10. Muchos de los jugadores españoles ya rondan el +3. «Por ese salto de calidad y los excelentes campos que salpican el norte y el sur (Bilbao, La Coruña, Cádiz, Rota, Sevilla, Jerez), la Federación Internacional nos eligió como sede», explica para ABC Antonio Sáinz de Vicuña, vocal de la Federación Española. En los campos de Pineda (Sevilla) y Vista Hermosa (Puerto de Santa María), España conquistó Europa.

Se cuela por fin en letras mayúsculas en el croquet, olímpico en París 1900, tan tradicional y familiar como el protagonista de la hazaña: José Álvarez-Sala. Comenzó a jugar en el jardín familiar de su casa en Asturias. Sus hermanos eran sus rivales; su padre, José Luis, actual presidente de la Federación, el maestro. No tenía escapatoria, pero fue desarrollando su juego conforme este también evolucionaba.

Los originales mazos de madera de pino han dejado paso a otras variantes, más duras y pesadas, como ébano, caoba u olivo, de gran aceptación en el sur de España. También las bolas han dejado de ser toscos cilindros de madera y, con un centro de metal, se recubren de una capa sintética. En croquet se trata de introducir la bola por los arcos de metal con la ayuda del mazo. Pero es también estrategia, observación, ambición: decidir, en menos de un minuto, con cuál de las dos bolas construir el juego propio, y con cuál destruir el ajeno. «Quizá por haber jugado desde la cuna, Salas tiene, además, un punto de intuición que no tenemos los que aprenden de mayores», continúa Sáinz.

«No llegamos al medio millar de licencias, pero en Cádiz, cuatro de los cinco españoles llegaron a cuartos de final. Es un éxito tremendo, y doble», subraya. Poco da el croquet más allá de prestigio y orgullo, pero el triunfo contra el inglés Stephen Mulliner, campeón del mundo y presidente de la Federación mundial, sirve de impulso para que España dé ese salto de presencia en el circuito mundial. Quizá también en la sociedad.

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