Aficionados esperan el paso de los corredores en el Tourmalet
Aficionados esperan el paso de los corredores en el Tourmalet - AFP
TOUR DE FRANCIA

Tourmalet, el coloso que cambió la historia del Tour

La carrera atraviesa hoy uno de sus puertos más míticos con los rivales de Froome heridos por la aplastante superioridad del líder

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El Tourmalet, el coloso que hoy atraviesa el Tour de camino a la meta de Cauterets, es el puerto fetiche de una carrera que nació «para asombrar al mundo», según dijo el visionario que la impulsó, Henri Desgrange. El Tour nace en 1903 con una imagen de aventureros sometidos a una prueba suprema de supervivencia, pero tentados por el dulce sabor de la gloria; etapas de 500 kilómetros, casi una vida, donde cada corredor se las ingeniaba como podía para alcanzar la meta; bicicletas de más de 20 kilos de peso que avanzaban penosamente por carreteras huérfanas de asfalto; diferencias que se contaban no en minutos, sino en horas... Pero la épica se multiplicó en 1910, con el descubrimiento del Tourmalet.

En realidad, el aquel trazado Desgrange no solo incluyó al que, con el tiempo, se convertiría en el puerto más famoso del mundo, sino a otros pasos pirenaicos cuyos nombres se cosieron para siempre a la leyenda del Tour: Peyresourde, Aspin y Aubisque. Un año después introdujo otros dos puertos míticos, esta vez alpinos: Telegraphe y Galibier. Las mejores páginas de la historia de la Grande Boucle se escriben en las rampas y las revueltas de los hitos montañosos, sobre los rostros desencajados de los ciclistas que atacan o desfallecen, que hacen la goma o vuelan dándole al molinillo, que pelean con el abrupto paisaje sin apenas tener la oportunidad de mirarle a los ojos.

Hoy, el Tourmalet no es la estación término (pocas veces lo es), y tal vez su ascensión no sea tan determinante como su descenso, vertiginoso, antes de llegar a los pies de Cauterets. Los Nibali y Contador, derrotados en la primera etapa de los Pirineos, tienen la primera oportunidad de buscar las dudas del irresistible Froome, a quien no se le da nada bien ir cuesta abajo. Después, en Cauterets, donde levantó los brazos Jesús Loroño en 1953, en un Tour que ganó Louison Bobet, y donde Miguel Induráin empezó a cimentar su triunfo de 1991, se contará otra historia.

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