«Viriato», una tragedia extremeña, cierra el 63º festival de Mérida

Florián Recio es el autor de la obra, dirigida en el festival emeritense por Paco Carrillo

Una escena de la función Jero Morales

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

A falta de los últimos datos, parece ser que la 63ª edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida ha sido la de mayor éxito de público de los últimos tiempos. En la noche del pasado miércoles, casi tres mil personas ocuparon las gradas del Teatro Romano para presenciar el estreno de « Viriato », la obra que clausura este año el certamen. El montaje de la compañía extremeña Verbo Producciones, dirigido por Paco Carrillo , gustó mucho a los asistentes, que tributaron una larguísima y cálida ovación a intérpretes y equipo técnico cuando concluyó la representación.

Del gran estratega y líder guerrero lusitano, que fue el terror de los romanos hasta su asesinato en el año 139 a. C., han escrito, entre otros muchos historiadores, Lucio Anneo Floro, Apiano, Tito Livio y Diodoro de Sicilia , en los que sin duda se ha documentado el autor, Florián Recio , para elaborar un perfil histórico del protagonista sobre el que ha pintado los colores humanos de la reflexión y la duda. La obra arranca cuando Viriato consulta con sus generales la idea de perdonar la vida al general romano Serviliano con el fin de conseguir una paz duradera con Roma. Frente a la opinión de sus colaboradores, el lusitano lleva adelante su plan y logra, además de conseguir el título de amigo del pueblo romano, que los invasores lo acepten. Meses después, Cepión, hermano del perdonado, rompe la tregua pactada y soborna a Audax y Minuros, hombres de confianza del caudillo, para que lo asesinen; Ditalcos, al que se suele citar como tercer conjurado, no sale en la función.

Recio firma una interesante aproximación a la figura histórica, en la que introduce una condena de todas las guerras, inteligente y alejada de posturas demagógicas, y un alegato feminista al poner en boca de Tóngina, esposa del líder, un amargo monólogo sobre la postergación de la mujer: «carecemos de voz», afirma el personaje. Este Viriato final, reflexivo y envenenado de incertidumbres, afirma que «la lengua de los dioses siempre está sedienta de sangre» antes de expresar su convencimiento fallido de que ese tiempo de la sangre debe concluir.

La dirección de Paco Carrillo otorga solidez y equilibrio a un espectáculo potente, que tal vez peque de cierto énfasis solemne y una de cuyas bazas más atractivas es un coro de quince penitentes armados de maderos con los que van configurando diversos ámbitos escenográficos –empalizadas, gradas del senado romano, semicírculo de columnas…– de notable empaque visual, aunque con algún momento de abuso del recurso; son los muertos de las guerras, carne derribada, la procesión de la vergüenza, un río de sangre que camina, como proclaman en sus letanías. Fernando Ramos es un cabal y humanísimo Viriato, al que acompañan con solvencia Ana García, Manuel Menárguez, David Gutiérrez, Juan Carlos Tirado, Pedro Montero, Jesús Manchón, Paca Velardiez y José F. Ramos . Y el año que viene, más.

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