Miguel Ángel Cortés
Miguel Ángel Cortés - JUAN FLORES

La pulcritud de Miguel Ángel Cortés

Miguel Ángel Cortés defiende el Giraldillo al Toque de la anterior edición

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La guitarra de Miguel Ángel Cortés provocó un sentimiento de amor entre los presentes. Amor por el instrumento. Porque sus bordones conducen un mensaje profundo. No hay frialdad ni caricias fingidas. Cada nota, cada cadencia, forma parte de un lenguaje de emociones. Y es la pulcritud el rasgo más característico de su toque.

En «Sonantas en tres movimientos» presenta algunas de sus mayores composiciones junto a las de tres maestros de la música: Sabicas, José María Gallardo y Manuel López Farfán. De este último interpretó la marcha «Estrella Sublime». Una excelsa creación que huele a Domingo de Ramos en la bajañí del granadino. Ana Morales lo acompañó con su baile en una recreación de la farruca de Sabicas. Cae miel del diapasón.

Y la catalana la recoge con el movimiento del cuerpo. Si bien, llegó con mayor enjundia en los tangos de Granada. Uno trae el sonido ajado y verde de la zambra que Habichuela dedicó a Juan Ovejilla. Y la otra rie con el grito de la Alpujarra en la cintura. Ahí hay cultura de cueva. Otras de las piezas que interpretó fueron las alegrías «Válgame Dios compadre», «Diamantes para Aranjuez» o las bulerías «Aljibe de madera». Un sueño acompasado y brillante donde no hay estorbo de cejilla.

En algún momento no se entendió hacia dónde se dirigía el espectáculo. Algunas voces en off y detalles de la puesta en escena crearon cierta confusión. Por eso no fue redondo. Pero cuando la materia es buena, no se necesita especia. Por eso cabalgó solo desde una silla la mayor parte del tiempo. Sin voz, palma ni coro. Ahí hay varios puñados de valentía. Porque no hay más refugio que la cuerda y la madera. En la pasada edición de la Bienal, Miguel Ángel Cortés recibió el Giraldillo al Toque. Anoche lo defendió a muerte. Volvió a demostrar su madurez premiada. Y miro con exquisitas falsetas hacia el Olimpo de los tocaores.

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