CRÍTICA DE MÚSICA

Obras maestras de un Brahms feliz

La violinista Alexandra Conunova brilló en un concierto en el que hubo un recuero para el organista José Enrique Ayarra

La violinista Alexandra Conunova intervino como solista en el ROSS

JOSÉ LUIS LÓPEZ LÓPEZ

Dos de las obras mayores de Brahms : el «Concierto para violín, Op. 77» y su «Tercera Sinfonía, Op. 90». Este «Concierto», único que escribió su autor para violín, fue resultado de la gran atracción que sentía el compositor hacia ese instrumento.

Aunque tenía poca confianza en sus dotes para lograr una gran creación violinística, sus deseos lo impulsaron a pedir ayuda a Joseph Joachim , uno de los violinistas más apreciados e influyentes de su tiempo y de todas las épocas.

Con sus abundantes consejos, durante el feliz verano de 1878, en el bello lugar de Pörtschach, Carintia (Austria), Brahms concluyó el concierto, una de sus más importantes obras , pero cuya dificultad de interpretación pospuso su entrada en el gran repertorio romántico hasta entrado el siglo XX.

El mérito de la violinista moldava Alexandra Conunova , nacida en 1988, es, pues, grande: con plena brillantez, un sonido redondo y, al mismo tiempo, matizado en extremo , atendiendo con perfección suma tanto a los pasajes líricos y tenues como a los más dramáticos: la delicadeza angelical y la fogosidad apasionada se alternaban e iban de la mano.

Virtuosismo y colorido en el clímax final, que fue remachado con un «bis» para recordar: una compleja transcripción de un preludio pianístico de Rachmáninov .

En la segunda parte, John Axelrod , que había bordado el acompañamiento en la primera, apostó por la plasticidad a costa del ritmo, con un gran color tímbrico.

De los cuatro movimientos de la sinfonía , otra obra feliz, escrita en Wiesbaden, Renania (1883), destacó por encima de todos el tercero, «Poco allegreto», con seguridad el fragmento más merecidamente conocido del sinfonismo brahmsiano , y que utilizó el director, en forma de «bis», como homenaje sonoro , junto con unas bellas palabras, a la memoria del padre José Enrique Ayarra , organista de la Catedral (recordado también, con una fotografía, en las Notas escritas al programa): un referente de más de 50 años de la música en Sevilla y con el que colaboró frecuentemente la Sinfónica.

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