Ante Jerkunica (Brighella) y María Hinojosa (Dorella) en una escena de «La prohibicion de amar»
Ante Jerkunica (Brighella) y María Hinojosa (Dorella) en una escena de «La prohibicion de amar» - Javier del Real
CRÍTICA DE ÓPERA

«La prohibición de amar», de Wagner, en el Teatro Real: disfrutar del carnaval

La obra de juventud del compositor alemán está dirigida musicalmente por Ivor Bolton y escénicamente por Kasper Holten

Madrid Actualizado: Guardar
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Aunque sólo fuera por razones de higiene, merecería la pena asistir a la representación de «La prohibición de amar». Ha sido en muchos aspectos tan incómoda la imagen que el propio Wagner se encargó de legar a la historia, luego torticeramente idealizada por el esfuerzo panegirista de familiares como Cosima y Winifried, que descubrir el lado humano, simpático y hasta gracioso del personaje invita a replantear su perfil. La producción que anoche estrenó el Teatro Real en colaboración con la Royal Opera House y el Teatro Colón de Buenos Aire facilita el trabajo por varias razones fáciles de explicar: la propuesta desinhibida, punzante y mordaz del director teatral Kasper Holten, la lustrosa interpretación orquestal que ofrece Ivor Bolton y la posibilidad de escuchar un primer reparto adecuado y provechoso.

«La prohibición de amar» (****)
Música y libro: Richard Wagner. Dirección musical: Ivor Bolton. Dirección escénica: Kasper Holten. Escenografía y figurines: Steffen Aarfing. Iluminación: Bruno Poet. Coreografía: Signe Fabricius. Reparto: Christopher Maltman , Peter Lodahl

No hay que esperar demasiado para comprobarlo. La interpretación de la obertura sirve de fondo a la proyección de la cara del propio Wagner dedicada a hacer muecas en sincronía con la música. Saltar desde ahí a un final con carácter de apoteosis de musical en el que la propia Angela Merkel aparece convertida en reina de Sicilia implica asistir a tres horas de espectáculo en los que es inevitable sentirse cerca del escenario. Para que nada falte, la casualidad temporal ha querido que también aquí se hable de la fiesta de carnaval, cuya desvergüenza tanto ofende, y no será al único a lo largo de los siglos, al tiránico gobernador Friedrich. Sobre él recae buena parte del peso de la obra por ser el personaje mejor dibujado en el transcurso dramático, lo que da pie al lucimiento de un gran actor y mejor cantante como es Christopher Maltman.

Para diseñar «La prohibición de amar», Wagner se apoyó en Shakespeare y en su comedia «Medida por medida» y en ella radica la virtud de buena parte de la obra, el sentido terrenal y la agilidad de una estructura teatral que sale indemne ante los gestos de prosopopeya textual y musical a los que fue sometida por un joven autor de veinte años. Por eso se agradecen muchos detalles incorporados por Holten aligerando el contexto: las comunicaciones a través de móvil (estupendo el dúo entre Isabella y Claudio), los SMS que se cruzan algunos personajes, los periodistas ávidos ante las manifestaciones lujuriosas, el mismo osito de peluche con el que Friedrich se acuesta antes de intentar consumar el encuentro con Isabella. El dúo de ambos durante la escena del juicio es un momento para la reunión de dos intérpretes de peso, pues Manuela Uhl canta con soltura y la voz penetra como un cuchillo afilado, incluso, un punto estridente. En ese mismo territorio hay que considerar el trabajo de Ante Jerkunica, el lugarteniente Brighella; y el de María Miró, quien encarna a Mariana, esposa de Friedrich demostrando una importante presencia y una línea de canto bien acabada y apenas un punto plana.

Al frente del trabajo musical está Ivor Bolton quien otorga a la partitura inmediatez y corporeidad, salvando las dificultades de una orquestación no siempre bien perfilada, germánicamente espesa en la obertura, curiosa en una continuidad que hace evidente el esfuerzo por trascender la vieja estructura del número cerrado. Hoy, con la perspectiva que da el tiempo, puede también hablarse de la intuición de un compositor que acabaría por dirigir sus intereses artísticos hacia cosmogonías de mayor trascendencia. Un destino muy distinto al que propone «La prohibición de amar», ópera cómica que llega al Teatro Real aprovechando la conmemoración del cuarto centenario de la muerte de Shakespeare. Para la gran mayoría, un descubrimiento.

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