Enrique Morente y Leonard Cohen
Enrique Morente y Leonard Cohen

Leonard Cohen y la bisagra flamenca de Morente

«Todo lo que ustedes han encontrado de bueno en mis canciones y en mi poesía está inspirado por esta tierra», llegó a decir el canadiense

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Nadie se había dado cuenta hasta que llegó Enrique Morente y, entre palmas y quejíos, descubrió que el «First We Take Manhattan» de Leonard Cohen estaba repleto de guiños, de patrones rítmicos y musicales tomados del flamenco. Así lo explica el propio Cohen en el documental que se estrenó a finales de octubre y que documenta la grabación de «Omega», imponente big bang creativo en el que Morente y Lagartija Nick dinamitaron géneros y convenciones en su mano a mano con las canciones del canadiense y los poemas de Federico García Lorca. La cinta, en la que ya se intuía el fatal desenlace -la voz de Cohen nos llega desde una lejana grabación de radio ya que, según los responsables del documental, su delicada salud no le permitió participar en el rodaje-, transforma al canadiense en bisagra entre Lorca y Morente y no hace más que subrayar esa conexión con la poesía del granadino y con un duende que, quizá sin saberlo, empezó a atesorar mientras recibía sus primeras clases de guitarra en su Montreal natal.

El propio Cohen relató tan sentida efeméride durante su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2011. «Un día, a principios de los 60, estaba de visita en casa de mi madre en Montreal. Su casa está junto a un parque y en el parque hay una pista de tenis y allí va mucha gente a ver a los jóvenes tenistas disfrutar de su deporte. Fui a ese parque, que conocía de mi infancia, y había un joven tocando la guitarra. Tocaba una guitarra flamenca y estaba rodeado de dos o tres chicas y chicos que le escuchaban. Y me encantó cómo tocaba. Había algo en su manera de tocar que me cautivó. Yo quería tocar así y sabía que nunca sería capaz. Así que me senté allí un rato con los que le escuchaban y cuando se hizo un silencio, un silencio apropiado, le pregunté si me daría clases de guitarra. Era un joven de España, y solo podíamos entendernos en un poquito de francés, él no hablaba inglés. Y accedió a darme clases de guitarra», desveló Cohen, quien después de tres días de clases y avances, de acordes más o menos resueltos, regresó como de costumbre a su cita con el guitarrista, pero este no apareció. «Yo tenía el número de la pensión en la que se hospedaba en Montreal. Llamé por teléfono para ver por qué no había venido a la cita y me dijeron que se había quitado la vida, que se había suicidado», abundó.

Fue más o menos entonces cuando, después de empaparse de la obra de poetas ingleses y pelearse consigo mismo por encontrar una voz lírica, descubrió a Federico García Lorca en una tienda de segunda mano y los planetas se alinearon. «Solamente cuando leí, aunque traducidas, las obras de Federico García Lorca, comprendí que tenía una voz. No es que haya copiado su voz, yo no me atrevería a hacer eso. Pero me dio permiso para encontrar una voz, para ubicar una voz, es decir, para ubicar el yo, un yo que no está del todo terminado, que lucha por su propia existencia», recordaría Cohen, a quien le gustaba creer que por sus venas corría sangre gitana y judía.

Así, tocado por la magia de Lorca, con cuyo apellido bautizó a su hija, y fascinado por el flamenco, Cohen nunca ha escondido su deuda de gratitud -«todo lo que ustedes han encontrado de bueno en mis canciones y en mi poesía está inspirado por esta tierra», llegó a decir- y llevó al límite su pasión con «Take This Waltz», maravillosa adaptación del «Pequeño Vals Vienés» de Lorca que grabó en 1986 para el recopilatorio «Poetas en Nueva York» y que recuperó en «I'm Your Man». Diez años más tarde, Morente cerraría el círculo grabando esa misma canción en «Omega» y dando por buenas esas palabras de Cohen que señalaban que «el flamenco ocupa un lugar en España equivalente al blues en Estados Unidos. Porque el arte jondo ha puesto al artista en el lugar que le corresponde, una posición digna que no se reduce a un simple espectáculo sino que está a la altura del pueblo y, más concretamente, de sus emociones».

Ver los comentarios