George Kennedy y otros tipos duros del cine clásico

Fueron implacables secundarios de lujo que hicieron la vida imposible a los galanes de turno, aunque la mayoría también hizo gala de una gran versatilidad en sus papeles

MADRID Actualizado: Guardar
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  1. George Kennedy

    Como decía Mae West de sí misma, cuando George Kennedy era bueno era bueno, pero cuando era malo era mejor. En «Los valientes andan solos» (1962) se dedica a fastidiarle la vida a Kirk Douglas, y en «Charada» (1963) hace lo propio con Audrey Hepburn y Cary Grant. En«Doce del patíbulo» (1967) formó parte de la pandilla de hombres duros por antonomasia, y en «La leyenda del indomable» (1969) ganó el Oscar mientras pasaba de acosador de Paul Newman a hacerse su amigo, aunque sin salirse de su papel de rudo recluso. También supo cambiar de registro e hizo comedias, como «Agárralo como puedas» (1988), y por desgracia, dado el conocimiento que hoy existe del cine clásico, muchos le recordarán solo por este último filme.

  2. Lee Marvin

    Lee Marvin (1924-1987) podría optar al premio por el más duro entre los duros. En «El hombre que mató a Liberty Valance» (1962) dio nombre ni más ni menos que al susodicho Liberty Valance, efectivamente. El hombre que tenía atemorizado a todo un pueblo del Oeste. Impecable e implacable también en «Conspiración de silencio» (1955). Destacaba esa frialdad y esa manera que tenía de disfrutar con la violencia gratuita. Cuando una mujer le implora clemencia en «Código del hampa» (1964), responde: «Señora, simplemente no tengo tiempo». Versátil como todos los grandes actores, en «La leyenda de la ciudad sin nonbre» (1969) cambió tanto de aspecto y registro que casi no parecía él.

  3. James Coburn

    Otro con cara de tener ganas de liarse a puñetazos con el primero que se cruce. James Coburn (1928- 2002). coincidió con George Kennedy en «Charada», persiguiendo a Cary Grant, aunque también hizo de héroe en películas como «Los siete magníficos» (1960). En «Pat Garrett y Billy the Kid» (1973) tuvo uno de sus mejores papeles, al igual que en «Affliction» (1999), que le valió su único Oscar como padre alcohólico y violento de Nick Nolte.

  4. Charles Bronson

    Imposible imaginar sonriendo a Charles Bronson (1921-2003). Cuando sus ojos rasgados miraban a alguien de soslayo, lo primero que hacía ese alguien era tragar saliva. El caso es que normalmente hacía de bueno con muy malas pulgas, como en «El justiciero de la ciudad» (1974). También formó parte de la banda de salvadores de un pubelo mexicano en «Los siete magníficos» (1960). No es extraño que tuviera ese aspecto pétreo: trabajó en una mina de carbón con diez años y luchó en la Segunda Guerra Mundial, antes de dedicarse al cine.

  5. Ernest Borgnine

    El papel de Ernest Borgnine (1917-2012) de brutal sargento en «De aquí a la eternidad» (1953), torturando a un flacucho Frank Sinatra, ya le valdría para entrar de cabeza en la lista de malos más malos del cine de todos los tiempos. Así que de villano continuó en «Johnny Guitar» (1954), pero en «Marty» (1955) ofreció la otra cara de la moneda, haciendo de un hombre bonachón y torpe con las mujeres. Pero volvió a dar recitales de hombre rudo en «Grupo salvaje» (1974) y en «Doce del patíbulo» (1967), donde coincidió con otros grandes actores de esta lista: Lee Marvin, Charles Bronson y George Kennedy.

  6. Edward G. Robinson

    Edward G. Robinson (1893-1973), no era grande ni fuerte, pero pocos resultaban más adecuados para encabezar una pandilla de gángsters. Los seres despiadados eran su especialidad, como en «Cayo largo» (1948), donde bordaba el papel mientras retenía a Humphrey Bogart y a Lauren Bacall en una claustrofóbica película. Aunque estuvo encasillado como tal jefe mafioso en filmes como «Hampa dorada» (1930) o «La ciudad sin ley» (1935), luego hizo todo tipo de personajes (menos de galán), y sobresalen fantásticas «Perdición» (1944) y «La mujer del cuadro» (1945). Incluso llegó a compaginar los papeles de bueno y de malo en «El premio» (1963).

  7. James Cagney

    Al igual que Edward G. Robinson, James Cagney (1899-1986) parecía estar destinado a hacer de gángster. Comenzó su carrera en musicales, pero fue su magnífica interpretación de Tom Powers en «El enemigo público» (1931) el que le valió convertirse en el mafioso impaciente por antonomasia. Fue con «Contra el imperio del crimen» (1935) cuando dio el paso de ponerse del lado correcto de la ley. Eso no quita para que de vez en cuando volviera a las andadas, como ocurrió en «Ángeles con caras sucias» (1938) o «Los violentos años veinte» (1939), aunque en este caso se trataba de un delincuente con buen corazón. Ah, y bordó la comedia en «Un, dos, tres» (1961), a las órdenes de Billy Wilder.

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