Entrevista

Calexico: «Habría que derribar la frontera con México»

La banda de Tucson presenta su octavo disco, «Edge of the Sun», que compusieron y grabaron íntegramente en Coyoacán. Estarán en Murcia el sábado, 16 de abril y al día siguiente en Madrid, en la sala La Riviera

MADRID Actualizado: Guardar
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Desde que fundaran Calexico a mediados de los 90, John Convertino y Joey Burns no han hecho más que cruzar fronteras, tanto musicales como geográficas. Ya fuera grabando discos tan absorbentes y originales como «Hot Rail», «Feast of Wire» o «Garden Ruin», en los que mezclaron el rock, el folk, el country y la música de los mariachi; produciendo álbumes como el de Amos Lee, «Mission Bell», que llegó al número uno de la lista de Billboard; componiendo bandas sonoras y, sobre todo, acompañando o colaborando con infinidad de músicos a lo largo y ancho del planeta.

«En la vida de un artista nunca hay garantías y es una mierda, pero merece la pena cuando creas todo este tipo de conexiones.

Nosotros hemos sobrevivido estos más de veinte años para hacer este tipo de cosas», asegura Convertino, que regresa a España, junto a su compañero Joey Burns, para presentar «Edge of The Sun». Un disco en el que la pareja de Tucson ha vuelto a crear un universo muy particular lleno de canciones protagonizadas por personajes solitarios que deambulan por desiertos polvorientos, y para el que han contado de nuevo con la ayuda de un montón de amigos. Desde Sam Beam, de Iron & Wine, hasta Ben Bridwell, de Band of Horses, pasando por la cantautora guatemalteca Gaby Moreno, que será telonera del grupo en sus citas de Murcia y Madrid, o la española Amparo Sánchez, que canta en «Cumbia de Donde» aquello de «No soy de aquí, no soy de allí».

Siguiendo esta máxima, Calexico decidió hacer los bártulos y perderse en un barrio al sur de la Ciudad de México, Coyoacán, para grabar y componer el álbum desde el principio. «Siempre hemos querido pasar más tiempo en México, es un lugar increíble. Buscábamos un sitio en el que poder trabajar con muy poca o ninguna distracción, así que nos fuimos allí con unas pocas ideas y empezamos desde cero con el músico y productor Sergio Mendoza, que nos ayudó a ponernos en marcha con algunos ritmos y varias melodías de vihuela», cuenta Convertino, que recuerda después los dos discos que de adolescente le pusieron en la senda de esta fusión, cambiándole la vida para siempre. Primero «Abraxas» (1970), con el que Santana traspasó las fronteras del rock y se zambulló en el jazz y la música latina. Y después «Whipped Cream & Other Delights» (1965), de Herb Alpert & the Tijuana Brass, que vendió seis millones de copias e inspiró a miles de jóvenes de Estados Unidos. «Los dos me encantan. Aún recuerdo sus percusiones resonando en mi mente y todas aquellas trompetas y pasajes instrumentales», confiesa.

Fronteras geográficas

Convertino y Burns saben muy bien lo que es difuminar las fronteras musicales, pero conocen muy bien el drama de las geográficas desde su ciudad de residencia, Tucson, ubicada a tan solo 70 kilómetros de la frontera con México. Desde allí, viven con preocupación la aparición en escena Donald Trump, que se ha convertido en un serio candidato a ocupar la Casa Blanca con sus comentarios racistas y los ataques directos contra los inmigrantes. «Su ascenso significa que, a pesar de los avances de Obama con los matrimonios gays, las emisiones de carbono, las relaciones con Cuba y la reforma médica, a la sociedad estadounidense aún le queda un largo camino por recorrer», asegura Convertino, cuyo diagnóstico al respecto es bastante claro: «Las políticas de inmigración de Estados Unidos son viejas y anticuadas. Obama y otros políticos demócratas han estado luchando por la reforma migratoria, pero esta ha sido bloqueado sistemáticamente por los republicanos. Yo no tengo ningún problema con los inmigrantes, puesto que mis antepasados lo eran, como los de la mayoría de los estadounidenses. El problema en México es que la desigualdad de los ingresos en una población masivamente pobre que busca una manera de ganarse la vida y ayudar a sus familias. Es el mismo problema que existe en los Estados Unidos, aunque menos acuciado. Hay que entender que un mejor México significaría una frontera y unos Estados Unidos mejores. Por eso creo que habría que derribar la frontera y trabajar juntos para hacer a los dos países mejores», sentencia.

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