Cervantes, el hombre que quería a las mujeres libres

Un estudio indaga en los personajes femeninos del autor del Quijote, modelos adelantados a su época

Retrato de Cervantes pintado por Jáuregui BNE

ABC

Cervantes no concebía muchos tesoros mayores que el de la libertad , uno de los conceptos medulares de su obra y de su vida. Esta idea la puso en boca de Don Quijote en un pasaje memorable: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres» (y a las mujeres).

Siguiendo la línea marcada por la libertad, Cervantes fue un adelantado a su tiempo en cuanto al tratamiento de las mujeres en sus obras: las quería libres, poderosas, elocuentes. La Gitanilla , Marcela , la Gran Sultana , Dorotea ... Todas ellas nos regalaron discursos memorables en defensa de la libertad para las mujeres y fueron personajes con un don de la palabra mucho mayor que, muchas veces, el de los hombres que poblaron la obra de cervantina (a excepción del Quijote, claro).

Es una de las principales conclusiones de « Cervantes y la libertad de las mujeres » (Universidad de Alcalá), el último estudio del doctor en Filolofía Hispánica Francisco Peña Martín , que lleva años profundizando en un tema donde todavía queda mucho por profundizar. «Los personajes femeninos de Cervantes son, quizás, los que mejor hablan, los más razonables. Exponen sus planteamientos mejor que nadie», apunta el autor.

El planeamiento de los personajes femeninos está estrechamente vinculado al concepto de libertad en Cervantes, que es uno de sus pilares en su obra y en su pensamiento. «Procede del conocimiento que tiene del mundo erasmista, en el entorno de la época de Carlos I y Felipe II . Se da cuenta de que la naturalidad es una relación de igual a igual entre hombres y mujeres», explica Peña Martín a ABC.

Además, el estudioso afirma que no podemos entender el tratamiento que se le da a las mujeres en Cervantes sin fijarnos en su biografía, que marcó su obra de forma medular: «Su madre y sus hermanas lo influyeron de una forma decisiva». En concreto, el escritor vio en su madre, Doña Leonor de Cortinas , a una mujer fuerte, que luchó por la libertad de sus hijos, presos en Argel . Fue un referente que educó a sus descendientes «en igualdad, permitiendo que sus hijas aprendan a leer y a escribir, algo muy excepcional en la época».

De sus hermanas, por su parte, aprendió algo que plasmaría en sus obras: el rechazo al matrimonio por obligación. Fueron mujeres que no se casaron, que vivieron una relación de libertad con hombres de prestigio y hacienda. Esto lo vemos muy bien en su obra de teatro « La entretenida », donde al final de la trama las mujeres no se casan, rompiendo así con una de las convenciones literarias de la época.

Sin embargo, según relata Peña Martín, no estamos ante un motivo anecdótico en una obra en concreta, sino a un concepto que se repite a lo largo de la obra de Cervantes: está en sus entremeses (en uno de ellos llegó a decir que el matrimonio tenía que ser un contrato de arrendamiento revisado cada tres años), en sus novelas ejemplares, en su teatro y, por supuesto, en el Quijote. Para muestra, tres botones.

Marcela, la mujer que buscó la libertad en el Quijote

En la primera parte del clásico cervantino conocemos la historia de Marcela, una mujer que huyendo del matrimonio y de sus pretendientes se hace pastora para vivir en libertad. Lo consigue solo a medias, porque los pretendientes también la siguen al campo. Sin embargo, Marcela nos regala estas rompedoras palabras: «Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama». Es toda una crítica al matrimonio por imposición.

La Gran Sultana: «Tuya eres»

En su comedia de cautivos « La gran sultana doña Catalina de Oviedo », Cervantes nos legó una escena memorable en la que un hombre reconoce que la igualdad no depende del género.La Gran Sultana, doña Catalina de Oviedo, es una mujer raptada y obligada a formar parte del harén del Gran Sultán, frente a quien reivindica su derecho a la libertad religiosa. Así, este termina mostrándole respeto y la considera una igual en lo que a libertad de espíritu se refiere: «Puedes dar leyes al mundo y guardar la que quisieres, no eres mía, tuya eres, y a tu valor se le debe adoración…», le dice el sultán. «Decir esto en el XVII, es ser un adelantado a su tiempo», subraya Peña Martín.

La Gitanilla: «No tendréis mi alma»

La Gitanilla, protagonista de la novela homónima de Cervantes, es, sin duda, otro de los personajes más simbólicos y revolucionarios que alumbró el autor. Es mujer, y gitana; es decir, lo más bajo que se podía ser en ese momento. Y las cosas no le van bien, pues esta mujer brillante es vendida a un caballero. La mujer se enfrenta a su comprador y a sus vendedores y les dice: «Estos señores bien pueden entregarte mi cuerpo; pero no mi alma, que es libre y nació libre, y ha de ser libre en tanto que yo quisiere».

La excepción de Dulcinea

En efecto, Dulcinea del Toboso no fue un ejemplo de libertad, algo lógico si atendemos al fundamento literario del personaje. Tal y como explica Peña Martín: «Dulcinea no es el canon de mujer de Cervantes, es el canon de mujer de los libros de caballería, del idealismo femenino existente en este tipo de relatos». Y esa es otra historia.

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